viernes, 20 de septiembre de 2013

BALTAZAR DE ALCÁZAR
(videos, fotos, biografía y sus poemas)
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BALTAZAR DE ALCÁZAR
(1530 – 1606)
Baltasar de Alcázar (o del Alcázar) nació en Sevilla, de una familia numerosa y acomodada de conversos: fue el sexto hijo del jurado Luis de Alcázar. Su madre fue madre doña Leonor de León Garabito. Parece ser que estudió Humanidades en León, aunque otros dicen que en Sevilla.
Militó en las galeras del famoso Marqués de Santa Cruz y de Álvaro de Bazán y, luego, al servicio de Fernando Enríquez de Ribera, duque de Alcalá. Fue alcalde de la villa de Los Molares y contable de los condes de Gelves. Como a otros, estas actividades militares y cívicas no fueron obstáculo para escribir la literatura y consagrarse a otras artes.
Era de carácter alegre y jovial. Estoico por naturaleza y siempre haciendo frente a cualquier adversidad, como a su larga enfermedad de la gota. Humilde. Nunca buscó la fama. La poesía era para él un deleite y una recreación.
Baltasar de Alcázar murió en Ronda, a causa de la gota, en 1606.

***
Nació este poeta en Sevilla, en 1530 o 1531, de una familia de las más distinguidas.
En su juventud militó bajo las banderas de don Álvaro de Bazán, donde ganó gloria.
Sin embargo, los cuidados de la guerra no le impidieron el cultivo de las artes de la paz, y cultivó con ahínco los clásicos latinos, especialmente a Marcial, cuya ligera ironía debió agradarle mucho, pues si bien no se puede decir que la imita, no deja de notarse la influencia que aquel príncipe de las latinidades tuvo sobre él.
En la corte de Felipe IV brilló mucho, pues era hermano del sumiller de cortina de S. M.
Si sus poesías amenas y muy bien hechas no bastasen para su inmortalidad, le bastaría el haber sido el primer protector de Velásquez, a quien se lo recomendaba el suegro del autor de Las Meninas: fue él quien por medio de su hermano lo hizo conocer por el Conde Duque y recomendar al rey.
Y si hablamos de esto, es que la amistad del pintor Pacheco con Baltasar de Alcázar era ante todo literaria:
Pacheco, que no había casi salido de Sevilla, estaba en relación con casi todos los ingenios de aquel tiempo, y tenía en Sevilla una suerte de academia en su estudio de pintor, a la cual solían asistir Góngora, Quevedo, Baltazar de Alcázar, etc. Pacheco no era mal prosador, y el gran don Francisco de Quevedo, le concedió beligeranacia y sostuvo con él una larga polémica por medio de la imprenta, sobre asuntos puramente literarios o filosóficos, y que en nada afectó a la amistad que ambos contendientes se tenían. No recuerdo qué ingenio de la época llamó al estudio de Pacheco la cárcel dorada del arte, lo que no era muy exagerado, pues si bien sus obras de pintura no eran sobresalientes, sus dibujos eran notables, sin contar con que tenía cuadros de todos los primeros de su glorioso yerno, a quien tanto amó. Tenía también una curiosísima colección de objetos de arte antiguos.
Baltazar de Alcázar murío el 16 de febrero de 1606.

(Antología de los mejores poetas castellanos, Rafael Mesa y López. Londres: T. Nelson, 1912.)
TRES COSAS


Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón,
la bella Inés, el jamón
y berenjenas con queso.

Esta Inés (amantes) es
quien tuvo en mí tal poder,
que me hizo aborrecer
todo lo que no era Inés.

Trájome un año sin seso,
hasta que en una ocasión
me dio a merendar jamón
y berenjenas con queso.

Fue de Inés la primer palma,
pero ya júzgase mal
entre todos ellos cuál
tiene más parte en mi alma.

En gusto, medida y peso
no le hallo distinción,
ya quiero Inés, ya jamón,
ya berenjenas con queso.

Alega Inés su beldad,
el jamón que es de Aracena,
el queso y berenjena
la española antigüedad.

Y está tan en fil el peso
que juzgado sin pasión
todo es uno, Inés, jamón,
y berenjenas con queso.

A lo menos este trato
de estos mis nuevos amores,
hará que Inés sus favores,
me los venda más barato.

Pues tendrá por contrapeso
si no hiciere razón,
una lonja de jamón
y berenjenas con queso.
 

A CRISTO


Cansado estoy de haber sin Ti vivido,
que todo cansa en tan dañosa ausencia.
Mas, ¿qué derecho tengo a tu clemencia,
si me falta el dolor de arrepentido?

Pero, Señor, en pecho tan rendido
algo descubrirás de suficiencia
que te obligue a curar como dolencia
mi obstinación y yerro cometido.

Tuya es mi conversión y Tú la quieres;
tuya es, Señor, la traza y tuyo el medio
de conocerme yo y de conocerte.

Aplícale a mi mal, por quien Tú eres,
aquel eficacísimo remedio
compuesto de tu sangre, vida y muerte.



CERCADA


Cercada está mi alma de contrarios;
la fuerza, flaca; el castellano, loco;
el presidio, infiel, bisoño y poco,
ningunos los pertrechos necesarios.

Los socorros que espero, voluntarios,
porque ni los merezco ni provoco;
tan desvalido, que aun a Dios no invoco
porque mis consejeros andan varios.

Los combates, continuos, y la ofensa;
los enemigos, de ánimo indomable;
rota por todas partes la muralla.

Nadie quiere acudir a la defensa...
¿qué hará el castellano miserable
que en tanto estrecho y confusión se halla 

AL AMOR


1

Di, rapaz mentiroso, ¿es esto cuanto
me prometiste presto y a pie quedo?
¿Andar mirlado entre esperanza y miedo,
cercado de respetos, hecho un tanto?

Sustos, celos, favores, risa y llanto
dalos, Amor, a quien se lame el dedo;
los que me diste a mí te vuelvo y cedo,
no quiero tomar más cosa de espanto.

Bien siento las heridas y que salgo
de tu poder para ponerme en cura,
porque tengo aún abiertas las primeras.

Y juro por la fe de hijodalgo
de si mi buen propósito me dura
de no partir de hoy más contigo peras.


2

Amor, no es para mí ya tu ejercicio,
porque cosa que importa no la hago;
antes lo que tu intentas yo lo estrago,
porque no valgo un cuarto en el oficio.

Hazme pues, por tu fe, este beneficio:
que me sueltes y des carta de pago.
Infamia es que tus tiros den en vago:
procura sangre nueva en tu servicio.

Ya yo con solas cuentas y buen vino
holgaré de pasar hasta el extremo;
y si me libras de prisión tan fiera,

de aquí te ofrezco un viejo mi vecino
que te sirva por mí en el propio remo,
como quien se rescata de galera.

YO ACUERDO


Yo acuerdo revelaros un secreto
en un soneto, Inés, bella enemiga;
mas, por buen orden que yo en éste siga,
no podrá ser en el primer cuarteto.

Venidos al segundo, yo os prometo
que no se ha de pasar sin que os lo diga;
mas estoy hecho, Inés, una hormiga,
que van fuera ocho versos del soneto.

Pues ved, Inés, qué ordena el duro hado,
que teniendo el soneto ya en la boca
y el orden de decillo ya estudiado,

conté los versos todos y he hallado
que, por la cuenta que a un soneto toca,
ya este soneto, Inés, es acabado.

A UNA MUJER ESCUÁLIDA


Yace en esta losa dura
una mujer tan delgada
que en la vaina de una espada
se trajo a la sepultura.

Aquí el huésped notifique
dura punta o polvo leve,
que al pasar no se la lleve,
o al pisarla, no se pique.

JOB


A Job el diablo tentó
con tanta solicitud,
que los bienes, la salud
y los hijos le quitó.

Más no pudiendo vencer
su virtud, por inquietarle,
trató de desesperarle
y le dejó... la mujer.
 

EL ESTUDIANTE


Cierto día un estudiante
al revisar su ropilla,
se encontró en la pantorrilla,
un enorme interrogante.

Siguió el pobrete adelante,
y al ver que en puntos hervía
su calceta, maldecía
diciendo: "¡Cuán bueno fuera
si más estambre tuviera
y menos ortografía!"
 

CONSTANZA


Dos galanes pelearon
sobre Constanza una tarde:
Mirad, así Dios nos guarde,
para donde lo guardaron.

Si nació la enemistad
de verse un poco apretados,
dos pueden caber holgados
y aún tres a necesidad.

LA NARIZ DE CLARA


Tu nariz, hermana Clara,
ya vemos visiblemente
que parte desde la frente:
no hay quien sepa dónde para.

Mas puesto que no haya quien,
por derivación se saca
que una cosa tan bellaca
no puede parar en bien
 

A UN GIBOSO DE DELANTE


Un socarrón mesonero
dijo a un giboso al revés:
- No me neguéis esta vez
que cargasteis delantero.

El gibado, a estas razones
replicó: - Es muy importante
llevar la carga delante
quien se halla entre ladrones.
 

UNA CENA


En Jaén, donde resido,
vive don Lope de Sosa
y diréte, Inés, la cosa
más brava de él que has oído.

Tenía este caballero
un criado portugués...
Pero cenemos, Inés
si te parece primero.

La mesa tenemos puesta,
lo que se ha de cenar junto,
las tazas del vino a punto:
falta comenzar la fiesta.

Comience el vinillo nuevo
y échole la bendición;
yo tengo por devoción
de santiguar lo que bebo.

Franco, fue, Inés, este toque,
pero arrójame la bota;
vale un florín cada gota
de aqueste vinillo aloque.

¿De qué taberna se traxo?
Mas ya..., de la del Castillo
diez y seis vale el cuartillo,
no tiene vino más baxo.

Por nuestro Señor, que es mina
la taberna de Alcocer;
grande consuelo es tener
la taberna por vecina.

Si es o no invención moderna,
vive Dios que no lo sé,
pero delicada fue
la invención de la taberna.

Porque allí llego sediento,
pido vino de lo nuevo,
mídenlo, dánmelo, bebo,
págolo y voyme contento.

Esto, Inés, ello se alaba,
no es menester alaballo;
sólo una falta le hallo
que con la priesa se acaba.

La ensalada y salpicón
hizo fin: ¿qué viene ahora?
La morcilla, ¡oh gran señora,
digna de veneración!

¡Qué oronda viene y qué bella!
¡Qué través y enjundia tiene!
Paréceme, Inés, que viene
para que demos en ella.

Pues, sus, encójase y entre
que es algo estrecho el camino.
No eches agua, Inés, al vino,
no se escandalice el vientre.

Echa de lo tras añejo,
porque con más gusto comas,
Dios te guarde, que así tomas,
como sabia mi consejo.

Mas di, ¿no adoras y aprecias
la morcilla ilustre y rica?
¡Cómo la traidora pica;
tal debe tener de especias!

¡Qué llena está de piñones!
Morcilla de cortesanos,
y asada por esas manos
hechas a cebar lechones.

El corazón me revienta
de placer; no sé de ti.
¿Cómo te va? Yo, por mí,
sospecho que estás contenta.

Alegre estoy, vive Dios:
mas oye un punto sutil:
¿no pusiste allí un candil?
¿Cómo me parecen dos?

Pero son preguntas viles;
ya sé lo que puede ser:
con este negro beber
se acrecientan los candiles.

Probemos lo del pichel,
alto licor celestial;
no es el aloquillo tal,
no tiene que ver con el.

¡Qué suavidad! ¡Qué clareza!
¡Qué rancio gusto y olor!
¡Qué paladar! ¡Qué color!
¡Todo con tanta fineza!

Mas el queso sale a plaza
la moradilla va entrando,
y ambos vienen preguntando
por el pichel y la taza.

Prueba el queso, que es extremo,
el de Pinto no le iguala;
pues la aceituna no es mala
bien puedes bogar su remo.

Haz, pues, Inés, lo que sueles,
daca de la bota llena
seis tragos; hecha es la cena,
levántese los manteles.

Ya que, Inés, hemos cenado
tan bien y con tanto gusto,
parece que será justo
volver al cuento pasado.

Pues sabrás, Inés hermana,
que el portugués cayó enfermo...
Las once dan, yo me duermo;
quédese para mañana.
 

SU MODO DE VIVIR EN LA VEJEZ


Deseáis, señor Sarmiento,
saber en estos mis años,
sujetos a tantos daños,
cómo me porto y sustento.

Yo os lo diré en brevedad,
porque la historia es bien breve,
y el daros gusto se os debe
con toda puntualidad.

Salido el sol por oriente
de rayos acompañado,
me dan un huevo pasado
por agua, blando y caliente.

Con dos tragos del que suelo
llamar yo néctar divino,
y a quién otros llaman vino
porque nos vino del cielo.

Cuando el luminoso vaso
toca en la meridional,
distando por un igual
del Oriente y del ocaso,

me dan asada y cocida
una gruesa y gentil ave,
con tres veces del suave
licor que alarga la vida.

Después que cayendo, viene
a dar en el mar Hesperio,
desamparado el imperio
que en este horizonte tiene;

me suelen dar a comer
tostadas en vino mulso,
que el enflaquecido pulso
restituyen a su ser.

Luego me cierran la puerta,
yo me entrego al dulce sueño,
dormido soy de otro dueño;
no sé de mi nueva cierta.

Hasta que, habiendo sol nuevo
me cuentan cómo he dormido:
y así de nuevo les pido
que me den néctar y huevo.

Ser vieja la casa es esto:
veo que se va cayendo,
voile puntales poniendo
porque no caiga tan presto.

Más todo es vano artificio;
presto me dicen mis males
que han de faltar los puntales
y allanarse el edificio.

EPIGRAMAS


1

"Hurtaron a Madalena
Sus chapines y jervillas,
Brama y hace maravillas
De su cuerpo con la pena.

Mas dará por bien hurtados
las jervillas y chapines
dándoles un par de botines
de los que llaman cerrados"


2

"Tus botines, Dorotea,
Tienen ya la flor gastada.
Dáselos a tu criada
Que ya lo merece y desea.

Dáselos de buena gana,
Que a ti no te ha de faltar,
Pues que los suelen dar
A pares cada semana."


Duda si Hero gozó a Leandro
Tiempo fue en que se dudó
Si tuvo ó no doña Hero
La vela en su candelero
Cuando Leandro se anegó.

Y certificóme Lara,
Su dueña, que no; pues fuera
Cierto que, si la tuviera,
Leandro no se anegara.


3

Epitafio a los mismos

A Hero y Leandro encierra,
Esposos de mala data,
Esta poca arena ingrata,
Que aun no alcanzan buena tierra.

Consumaron, para dar
De loco amor testimonio,
En el templo, el matrimonio;
El disparate, en el mar.


4

Soga fué Leandro, y Hero
Caldero; pozo fué el mar,
Y vino el demonio á echar
La soga tras el caldero.
 

A SIRINGA


Dicen que Siringa era
Lo que después fue jeringa,
Porque le faltó a Siringa
Una ayuda en la carrera.

Otras no alcanzan un pan,
Y aquésta de Pan huía;
Que con la beldad se cría
Tan descortés ademán.

Criada en ocio y regalo,
Sin hilar como mujer,
no le debía saber
Bien à secas pan tan malo.

Mas Pan, por dárselo à secas,
Corrido de correr, dio
En que la que nunca hiló
Diese cañas para ruecas.


A PRÍAMO Y TISBE


Yacen aquí amantes dos,
Muertos de una necedad,
Que siempre fue enfermedad
De que sólo cura Dios.

Principio y fin dio a su amor
Agujero lisonjero,
Que, en fin, cualquier agujero
Es mortal en el honor.

Escarmientos en su mal
Te dará esta selva triste
Llora con la fuente y viste
De luto con el moral.


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