viernes, 29 de noviembre de 2013

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Poeta peruanos
CÉSAR VALLEJO
(1892-1938)
Decimosegundo hijo de la familia Vallejo Mendoza, César Abraham Vallejo, nace en marzo de 1892, en Santiago de Chuco (3,500 metros de altitud) más gran aldea que ciudad de la cordillera peruana.
Alumno remarcable, será brillante estudiante.

En 1910: Parte para Trujillo (4 días de viaje a caballo) y se inscribe en la Facultad de Filosofía y Letras. En 1911: La idea de hacerse médico lo lleva a Lima, pero pronto renuncia a la carrera médica y vuelve a Trujillo. Poco después entra a trabajar en la hacienda "Roma" (producción azucarera) de la que "saldrá marcado". . . y es que si el joven Vallejo está favorecido por un tratamiento reservado sólo a los empleados superiores y con un salario satisfactorio no puede sin embargo, no ver ni oír cuando apenas clarece el alba, llegar los peones (cerca de 4,000) en el inmenso patio y ahí ponerse en fila para pasar lista, y salir para los campos de caña, donde se extenuarán hasta el sol poniente, con un puñado de arroz como alimento. No puede asimismo saber que todos no son más que pobres criaturas salvajemente capturadas por siniestros enganchadores, y cobardemente retenidas por vida con el alcohol que, dominicalmente y a sabiendas se les vende a crédito. Irremediablemente endeudado vuelto en pocas semanas, insolvente su deuda, cubriendo rápidamente un número de daños superior al que va a vivir el peón tendrá que garantizar su deuda con esto que sólo le queda: sus hijos, nacidos o por nacer. . . Se comprende que el recuerdo de la hacienda "Roma" haya sido durable en un ser que como Vallejo, le obsesionaba la injusticia social

En 1913: Renuncia a su empleo en la hacienda y nuevamente regresa a Trujillo. Con el año, que se abre, reanuda sus estudios (Letras y paralelamente estudios de Derecho) y consigue un puesto de profesor de colegio.  El primer éxito que consigue Vallejo con su tesis "El Romanticismo en la Poesía Española" es completo. Rápidamente es adoptado por los intelectuales y artistas quienes, muy numerosos, forman un grupo inquieto, turbulento y audaz, cuya bohemia no es en Vallejo sino un hábito, publica sus primeros versos de origen didáctico imponiéndose (él) poco por el dinamismo y los rasgos humorísticos de su fuerte personalidad intelectual y artística.

En 1917: Deja Trujillo por la capital dejando en esa un recuerdo profundo mezclado de un sentimiento de frustración. Un block de poemas compone todo su bagaje. En 1918: Triste e incolora llegada a Lima. Reacio a toda idea de economía, los algunos recursos traídos de Trujillo pronto se han agotado. Sin embargo, ya un tanto conocido en el medio intelectual entra en contacto con los periódicos y revistas que le publican uno que otro poema, consiguiendo, por otra parte y a tiempo, un puesto de director de colegio. Con el proyecto de conseguir el doctorado de Letras y de Derecho, prosigue sus estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Pero ya ha llevado su primer poemario al impresor.

En el mes de agosto de ese mismo año, muere su madre, en Santiago de Chuco: poemas no a su madre, sino a "la" madre, una, universal.
Aun habiendo impreso su primer libro quedará estancado por largos meses, en la espera de un prólogo que Valdelomar, muy en vista en aquella época, le ha prometido. Es finalmente que "Los Heraldos Negros" aparecerán no en 1918 como lo indica la edición sino en 1919 sin el prólogo tan esperado. Elogios entusiastas y primeros dardos.

1920: En agosto sale para Santiago de Chuco pasando por Huamachuco, pronunciando una conferencia que produce escándalo pero ahí llega sólo para verse mezclado en un sangriento conflicto local que degenera en incendio. En un impulso, bien característico de Vallejo se dirige en conciliador a los lugares del atentado. Su sola presencia le denuncia en el concepto de las autoridades, tan parciales como incompetentes. Acusado por incendiario y disturbios políticos con 19 mas, está buscado y detenido el 6 de Noviembre. Será absuelto y liberado el 26 de Febrero siguiente (1921).

1922: En junio Vallejo participa en un concurso cuyo premio gana con "Más allá de la vida y la muerte" que le permite hacer imprimir su segundo volumen de poemas "Trilce" entre cayos versos muchos han sido escritos en la carcel de Trajino y que aparecen cuando Chocano culmina según él mismo como el "Walt Whitman del Sur". . . Un solo testimonio favorable: el prólogo de la más ferviente admiración de Antenor Orrego y un comentario: el de L.A Sánchez que expresa con asombro.... ¿Porqué Vallejo ha escrito "Trilce"? . ha lanzado un libro incomprensible y estrambótico. Y vuelve a preguntarse: "Pero ¿por qué habrá escrito "Trilce" Vallejo?, obra que será medio siglo mas tarde objeto de un insuperable estudio de 565 páginas, por el Dr. Neale-Silva: Chileno catedrático de la Universidad de Wisconsin.

En 1923: Aparecen "Fabla salvaje" y "Escalas melografiadas". En junio, Vallejo que proyecta su evasión desde 1920 y, sobre todo, desde la aparición de 'Trilce", se embarca para Europa, con una moneda de 500 soles, un águila de oro anudada en su pañuelo. Ignorando el idioma, sin recursos ni relaciones y sin sombra de perspectivas, llega en julio a Paris, un viernes 13. Dos años va a pasar una vida de duras penurias hasta escapando con las justas de la muerte debida a una hemorragia consecutiva a una intervención quirúrgica.

En 1924: Muerte de su padre de la que se entera, en París, por los periódicos. Un escultor de Costa Rica, Max Jiménez le deja su "atelier" de la calle Vercingétorix, aliviándole aunque muy relativamente, su apremiante situación económica. Sus relaciones sin embargo se extienden. Viene a conocer al escultor José de Creft quien expone tres perfiles de Vallejo.
Conoce a Juan Gris estableciéndose entre ambos una grata amistad que cortará en 1927 la muerte prematura del gran pintor a la edad de 40 años y más tarde conoce al hijo de Jongkind y a Waldo Franck. Y al azar de los años y más o menos de paso, conocerá a Lipchitz, Unamuno, Dullin, Barrault, Tzara, Desnos, Portinari, entre otros (más entrevistas con personalidades como Gosset, Maiakovski, Reinhardt, Meyerhold, como lo indica su labor periodistica).

En 1925: En mayo se funda en Paris la empresa "Los grandes periódicos iberoamericanos", en la que consigue el puesto de secretario.
Poco después emprende una serie de artículos para las revistas "Variedades" y "Mundial" de Lima, colaboraciones que se proseguirán hasta 1930. Por otra parte, obtiene por Pablo Abril de Vivero, una beca otorgada por el gobierno español (unas 300 pesetas mensuales) y en octubre viaja por primera vez a España. Por asegurada que esté su situación material - aunque relativamente- Vallejo experimenta un estado persistente de inestabilidad y de descontento de si mismo cuya causa no reside en su temperamento en extremo angustiado y apenas diferenciable en realidad del estado de crisis permanente a grado variable. sino en alguna laguna personal de orden moral. Vallejo quien como periodista tiene entrada a los teatros, conciertos, exposiciones y frecuenta por lo demás los cafés en boga exclama en el primer semestre de 1927: "Todo esto no es ni yo ni mi vida".

1927: Seria difícil admitir en que aquella época, Vallejo, quien va a tener 35 años, aún busca y se busca para sí solo. No. En abril, renuncia a su empleo de secretario en "Los grandes periódicos..." En septiembre, renuncia a su beca del gobierno español. Vallejo medita, se interroga. ¿hacia dónde va? ¿Cuál es su contribución humana a la vida de los hombres? Inquietud definida; primeros síntomas de la profunda crisis que pronto le afectará gravemente (1927 - 1928). Crisis moral de la conciencia indubitablemente, ya que es a raíz de ella que Vallejo entrevé haber detectado la causa de su agudo malestar: el alejamiento y la ignorancia de los problemas que más atormentan a la humanidad avasallada y sufrida en la cual vive. No obstante, se resiste a ver en el marxismo la solución de tan numerosos males secularmente pretendidos insolubles e irremediables, aunque, por otra parte, sospecha y presiente que un sistema enteramente nuevo, y no por azar unánimemente rechazado por los explotadores y los prepotentes, ha de implicar necesaria e ineludiblemente algún mejoramiento por primera vez real, palpable, fundamental para las masas trabajadoras y frustradas. Primeros estudios de observación del marxismo.

1928: El año no se abre con gratas perspectivas; Vallejo mismo con una lucidez conforme a su ética ha destruído el mínimo de seguridad tan duramente conseguido. Pronto muy seriamente enfermo tiene que retirarse a los alrededores de Paris para poder restablecerse, físicamente al menos. Transcurre el Verano. Más o menos repuesto en vísperas del otoño, y provisto de algunos conocimientos marxistas parte en octubre para la Unión Soviética. En noviembre está de vuelta en Paris. A fines de diciembre, ruptura con el Aprismo del que había sido sólo simpatizante y crea en Paris la célula marxista peruana. Julio 1923/24 - 1929 es la etapa artística de "Poemas en Prosa" "Contra el secreto profesional" y "Hacia reino de los Sciris", y es el período, aún apolítico, en que surge y se define con su primer viaje a la Unión Soviética (Oct.) la evolución ideológica revolucionaria de Vallejo.

1929-1930: Estudio profundizado del marxismo. Su ideología se cristaliza, trascendente, definitiva, afirmándose luego el militante, dentro del marxismo mas no dentro del comunismo. Octubre de 1929; segundo viaje a la U.R.S.S. A su vuelta inicia "El arte y la revolución", "Moscú contra Moscú" (obra teatral), más tarde intitulada "Entre dos orillas corre el río". No escribe poemas... En mayo de 1930 pasa un mes en España, donde concluye la segunda edición de "Trilce". El 2 de diciembre, está declarado como "indeseable" y expulsado del territorio francés. El 30 de Diciembre de 1930, parte para España.

1931: Situación material difícil en extremo. Trabajo intensivo como nunca antes. En el curso del año, asiste a la proclamación de la República (ni providencialmente ni solidario o entusiasta, contrariamente a lo que se ha asegurado) sino en perfecta indiferencia, no exenta de amargura, "Una revolución sin efusión de sangre -y la experiencia lo confirma- no es una revolución", afirma y mantiene Vallejo.
Pese a ello, se inscribe al Partido Marxista Español, enseña las primeras nociones del marxismo a estudiantes obreros simpatizantes. Para remediar la precariedad material que le apremia traduce tres obras de escritores franceses. Escribe y logra publicar "El tungsteno' novela proletaria emergida de la Hacienda "Roma"... "Rusia en 1931", el éxito editorial mayor después de "Sin novedad en el frente" de Erich Remarque, tres ediciones en cuatro meses. Sobre pedido escribe "Paco Yunque", un cuento para niños que el editor rechaza por "demasiado triste"...
En octubre de ese mismo año de 1931, tercer y último viaje a la Unión Soviética, donde roza la muerte por segunda vez desde su llegada a Europa, a unos cinco metros de un grave accidente del trabajo. El 30 está de vuelta. En grave situación material Vallejo, para resolver su problema económico, procura colocar "Moscú contra Moscú". Rechazado.
Presenta "El arte y la revolución". Rechazado. Presenta otra pieza de teatro, "Lock out". Rechazado. Propone "Rusia contra el segundo plan quinquenal". Rechazado. Apenas emprendido y pese al reciente e innegable éxito de "Rusia en 1931". Pese a la calurosa ayuda de Carcia Lorca que le acompaña en todas sus gestiones, todas las tentativas fracasarán por la violencia e ideología de sus obras. Vallejo que había esperado mucho de su teatro, queda desconcertado. Decide su regreso a Francia y dejó España el 11 de Febrero de 1932.

1932. Tercera y última etapa en la trayectoria literaria de Vallejo. Etapa de "Poemas Humanos", "Colacho hermanos", "España aparta de mi este cáliz" y "La piedra cansada" "Poemas humanos" han nacido en la inmensa y lejana Unión Soviética con unas estrofas que escribe en el curso de su tercer viaje. Y se proseguirán algunos meses después con su llegada a Paris en febrero de 1932 hasta el 21 de noviembre de 1937.
Paralelamente, en ningún momento se desvincula de los acontecimientos sociopolíticos. Aunque sólo "tolerado en territorio francés donde regresó clandestinamente asiste a una de las más peligrosas manifestaciones de aquella época contra "Las cruces de fuego" (partido de ultra derecha) con el riesgo de una nueva expulsión, irremediable ya ésta, ya que no podría regresar o de su muerte por las balas fascistas en la Plaza de la Concordia.
Mas el tiempo transcurre y sus poemas se acumulan en el cajón, donde desde 1928, yacen "Poemas en Prosa". "A qué escribir poemas", exclama un día Vallejo, "¿Para qué y para quién? ¿Para el cajón?". . . Y leeremos después de su muerte. "Y, ya no puedo más con tanto cajón. . . "

A principios de 1935 se decide sin embargo a proponer una selección de sus versos a un editor de Madrid quien aceptará la propuesta. Por extraña adversidad no le llegará la respuesta afirmativa a Vallejo -quien no insistía jamás- hasta que estuvo declarada la guerra civil en España.

En 1936 Vallejo se resuelve políticamente a un "reposo forzado" diremos debido a la intransigencia que él opone a lo que llama "las medias tintas". Entre otras divergencias no podrá admitir un "frente popular". Pero la guerra civil surge en España (Julio 36) y ante la magnitud del acontecimiento, Vallejo depone toda discrepancia, colaborando de inmediato en la creación de "Comités de Defensa", meetings, colectas de fondo, emprende una serie de artículos en los que denuncia lo inicuo de la no-intervención, sólo provechosa al fascismo no tanto franquista que internacional. Mas el desarrollo en los acontecimientos aumentan su inquietud, y parte para Barcelona y Madrid en diciembre. El 31 está de regreso en Paris. Sus presentimientos no le han engañado y la angustia lo aparta de su obra poética. Llevado sin duda y a pesar suyo por una esperanza irreductible, prosigue sin embargo sus artículos contra el fascismo. Observa cómo la red de la pretendida no-intervención se cierra sobre el pueblo asesinado. El 2 de Julio, en un congreso internacional de escritores antifascistas parte nuevamente para España. Vallejo es nombrado delegado del Perú. Regresó el 12 del mismo mes.
Durante el mes de Setiembre bruscamente surge de Vallejo el monólogo de meses interminables, en alrededor de 80 días escribe 25 poemas, los últimos de "Poemas Humanos" es a la misma España que dirige su plegaria y el exceso de su desesperación, "España, aparta de mi este cáliz".
Durante diciembre escribe "La piedra cansada". El 31, al abrirse 1938, en Vallejo se ha quebrado extrañamente el poeta y el escritor.

1938: El domingo 13 de marzo, se tiende después del almuerzo para reposar un instante. Al día siguiente tiene fiebre. . . carece totalmente de apetito. . . amigos médicos compatriotas suyos le visitan recetándole una que otra pastilla sin tratarlo propiamente -Vallejo está mucho más grave de lo que ellos creen-. Paternal, pero despreocupado, Arias Schreiber, entre otros, exclama: ¡Nunca se hubiera visto morir a un hombre que sólo está cansado! Alertado por el Dr. Porras, por entonces delegado a S.D.N. la legación peruana en París decide el traslado de Vallejo a una clínica. Durante dos días Vallejo rechaza este traslado: "Si ésto me compromete". El 24 de marzo sin embargo, acepta por fin esta angustiosa pero imprescindible solución, y el médico Lejard, médico del ministro Calderón queda designado como único médico ejecutivo de Vallejo, quien tampoco atribuye mayor gravedad al estado de su paciente, quien por suprema desgracia "le cae mal".... Tendido en su último lecho, no habrá quien se sienta suficientemente garantizado por la genialidad de Vallejo, la que nacerá póstumamente, como para arriesgar unos 2 o 3 mil francos (de los antiguos ) para salvarle la vida. Después de dura agonía muere Vallejo el viernes santo, 15 de abril de 1938, a las 9 y 20 de la mañana.
Sólo mas tarde se sabrá que Vallejo sucumbió a un muy viejo paludismo reaparecido después de 20 ó 25 años, a consecuencia de un estado general debilitado.
Algunos de sus poemas
LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! 
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, 
la resaca de todo lo sufrido 
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras 
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. 
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas; 
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma 
de alguna fe adorable que el Destino blasfema. 
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones 
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, 
como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; 
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, 
como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! 



BORDAS DE HIELO

Vengo a verte pasar todos los días, 
vaporcito encantado siempre lejos... 
¡Tus ojos son dos rubios capitanes; 
tu labio es un brevísimo pañuelo 
rojo que ondea en un adiós de sangre!

Vengo a verte pasar; hasta que un día, 
embriagada de tiempo y de crueldad, 
vaporcito encantado siempre lejos, 
¡la estrella de la tarde partirá!
Las jarcias; vientos que traicionan; vientos 
¡de mujer que pasó! 
Tus fríos capitanes darán orden; 
¡y quien habrá partido seré yo...!



SAUCE

Lirismo de invierno, rumor de crespones, 
cuando ya se acerca la pronta partida;
agoreras voces de tristes canciones 
que en la tarde rezan una despedida.

Visión del entierro de mis ilusiones 
en la propia tumba de mortal herida. 
Caridad verónica de ignotas regiones, 
donde a precio de éter se pierde la vida.

Cerca de la aurora partiré llorando; 
y mientras mis años se vayan curvando, 
curvará guadañas mi ruta veloz.

Y ante fríos óleos de luna muriente, 
con timbres de aceros en tierra indolente,
cavarán los perros, aullando, ¡un adiós!




ROMERÍA

Pasamos juntos. El sueño 
lame nuestros pies qué dulce; 
y todo se desplaza en pálidas
renunciaciones sin dulce.

Pasamos juntos. Las muertas 
almas, las que, cual nosotros, 
cruzaron por el amor, 
con enfermos pasos ópalos, 
salen en sus lutos rígidos 
y se ondulan en nosotros.
Amada, vamos al borde 
frágil de un montón de tierra. 
Va en aceite ungida el ala, 
y en pureza. Pero un golpe, 
al caer yo no sé dónde, 
afila de cada lágrima 
un diente hostil.

Y un soldado, un gran soldado, 
heridas por charreteras, 
se anima en la tarde heroica, 
y a sus pies muestra entre risas, 
como una gualdrapa horrenda, 
el cerebro de la Vida.

Pasamos juntos, muy juntos, 
invicta Luz, paso enfermo; 
pasamos juntos las lilas
mostazas de un cementerio

YESO

Silencio. Aquí se ha hecho ya de noche, 
ya tras del cementerio se fue el sol; 
aquí se está llorando a mil pupilas: 
no vuelvas; ya murió mi corazón. 
Silencio. Aquí ya todo está vestido 
de dolor riguroso; y arde apenas, 
como un mal kerosene, esta pasión.

Primavera vendrá. Cantarás «Eva» 
desde un minuto horizontal, desde un 
hornillo en que arderán los nardos de Eros. 
¡Forja allí tu perdón para el poeta, 
que ha de dolerme aún, 
como clavo que cierra un ataúd!

Mas... una noche de lirismo, tu 
buen seno, tu mar rojo 
se azotará con olas de quince años, 
al ver lejos, aviado con recuerdos 
mi corsario bajel, mi ingratitud.
Después, tu manzanar, tu labio dándose, 
y que se aja por mí por la vez última, 
y que muere sangriento de amar mucho, 
como un croquis pagano de Jesús.

¡Amada! Y cantarás; 
y ha de vibrar el femenino en mi alma, 
como en una enlutada catedr

MAYO

Vierte el humo doméstico en la aurora 
su sabor a rastrojo; 
y canta, haciendo leña, la pastora 
un salvaje aleluya!
Sepia y rojo.

Humo de la cocina, aperitivo 
de gesta en estebravo amanecer. 
El último lucero fugitivo 
lo bebe, y, ebrio ya de su dulzor, 
¡oh celeste zagal trasnochador! 
se duerme entre un jirón de rosicler.


Hay ciertas ganas lindas de almorzar, 
y beber del arroyo, y chivatear! 
Aletear con el humo allá, en la altura; 
o entregarse a los vientos otoñales 
en pos de alguna Ruth sagrada, pura, 
que nos brinde una espiga de ternura 
bajo la hebraica unción de los trigales!

Hoz al hombro calmoso, 
acre el gesto brioso, 
va un joven labrador a Irichugo.
Y en cada brazo que parece yugo 
se encrespa el férreo jugo palpitante 
que en creador esfuerzo cuotidiano 
chispea, como trágico diamante, 
a través de los poros de la mano 
que no ha bizantinado aún el guante. 
Bajo un arco que forma verde aliso, 
¡oh cruzada fecunda del andrajo! 

La zagala que llora 
su yaraví a la aurora,
recoge ¡oh Venus pobre! 
frescos leños fragantes 
en sus desnudos brazos arrogantes
esculpidos en cobre. 
En tanto que un becerro, 
perseguido del perro, 
por la cuesta bravía
corre, ofrendando al floreciente día 
un himno de Virgilio en su cencerro!

Delante de la choza 
el indio abuelo fuma; 
y el serrano crepúsculo de rosa, 
el ara primitiva se sahúma 
en el gas del tabaco. 
Tal surge de la entraña fabulosa 
de epopéyico huaco, 
mítico aroma de broncíneos lotos, 
el hilo azul de los alientos rotos!



«TRILCE»

I

Quién hace tanta bulla y ni deja 
Testar las islas que van quedando.

Un poco más de consideración 
en cuanto será tarde, temprano, 
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea 
que brinda sin querer, 
en el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóidea 
grupada.
Un poco más de consideración, 
y el mantillo líquido, seis de la tarde 
de los más soberbios bemoles.

Y la península párase 
por la espalda, abozaleada, impertérrita 
en la línea mortal del equilibrio.


II

Tiempo Tiempo.

Mediodía estancado entre relentes. 
Bomba aburrida del cuartel achica 
tiempo tiempo tiempo tiempo.


Era Era.

Gallos cancionan escarbando en vano. 
Boca del claro día que conjuga 
era era era era.


Mañana Mañana.

El reposo caliente aún de ser. 
Piensa el presente guárdame para 
mañana mañana mañana mañana


Nombre Nombre.

¿Qué se llama cuanto heriza nos? 
Se llama Lomismo que padece 
nombre nombre nombre nombrE. 


IX

Vusco volvvver de golpe el golpe. 
Sus dos hojas anchas, su válvula 
que se abre en suculenta recepción 
de multiplicando a multiplicador, 
su condición excelente para el placer, 
todo avía verdad.

Busco volvver de golpe el golpe. 
A su halago, enveto bolivarianas fragosidades 
a treintidós cables y sus múltiples, 
se arrequintan pelo por pelo 
soberanos belfos, los dos tomos de la Obra, 
y no vivo entonces ausencia, 
ni al tacto.

Fallo bolver de golpe el golpe. 
No ensillaremos jamás el toroso Vaveo 
de egoísmo y de aquel ludir mortal 
de sábana, 
desque la mujer esta 
¡cuánto pesa de general!

Y hembra es el alma de la ausente. 
Y hembra es el alma mía.


X

Prístina y última piedra de infundada 
ventura, acaba de morir 
con alma y todo, octubre habitación y encinta. 
De tres meses de ausente y diez de dulce. 
Cómo el destino,
mitrado monodáctilo, ríe.

Cómo detrás desahucian juntas 
de contrarios. Cómo siempre asoma el guarismo 
bajo la línea de todo avatar.

Cómo escotan las ballenas a palomas.
Cómo a su vez éstas dejan el pico
cubicado en tercera ala.
Cómo arzonamos, cara a monótonas ancas.

Se remolca diez meses hacia la decena,
hacia otro más allá.
Dos quedan por lo menos todavía en pañales.
Y los tres meses de ausencia.
Y los nueve de gestación.

No hay ni una violencia.
El paciente incorpórase,
y sentado empavona tranquilas misturas.


XVIII

Oh las cuatro paredes de la celda. 
Ah las cuatro paredes albicantes 
que sin remedio dan al mismo número.

Criadero de nervios, mala brecha, 
por sus cuatro rincones cómo arranca 
las diarias aherrojadas extremidades.

Amorosa llavera de innumerables llaves, 
si estuvieras aquí, si vieras hasta 
qué hora son cuatro estas paredes. 
Contra ellas seríamos contigo, los dos, 
más dos que nunca. Y ni lloraras, 
di, libertadora!

Ah las paredes de la celda. 
De ellas me duele entretanto, más 
las dos largas que tienen esta noche 
algo de madres que ya muertas 
llevan por bromurados declives, 
a un niño de la mano cada una.

Y sólo yo me voy quedando, 
con la diestra, que hace por ambas manos, 
en alto, en busca de terciario brazo 
que ha de pupilar, entre mi dónde y mi cuándo,
esta mayoría inválida de hombre.

XXVIII

He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.

Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir
de tales platos distantes esas cosas,
cuando habráse quebrado el propio hogar,
cuando no asoma ni madre a los labios.
Cómo iba yo a almorzar nonada.

A la mesa de un buen amigo he almorzado
con su padre recién llegado del mundo,
con sus canas tías que hablan
en tordillo retinte de porcelana,
bisbiseando por todos sus viudos alvéolos;
y con cubiertos francos de alegres tiroriros,
porque estánse en su casa. Así, ¡qué gracia!
Y me han dolido los cuchillos
de esta mesa en todo el paladar.

El yantar de estas mesas así, en que se prueba
amor ajeno en vez del propio amor,
torna tierra el brocado que no brinda la
MADRE,
hace golpe la dura deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el café.

Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,
y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.

LXV

Madre, me voy mañana a Santiago,
a mojarme en tu bendición y en tu llanto.
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
de llaga de mis falsos trajines.

Me esperará tu arco de asombro,
las tonsuradas columnas de tus ansias
que se acaban la vida. Me esperará el patio,
el corredor de abajo con sus tondos y repulgos
de fiesta. Me esperará mi sillón ayo,
aquel buen quijarudo trasto de dinástico
cuero, que para no más rezongando a las nalgas
tataranietas, de correa a correhuela.

Estoy cribando mis cariños más puros.
Estoy ejeando ¿no oyes jadear la sonda?
¿no oyes tascar dianas?
estoy plasmando tu fórmula de amor
para todos los huecos de este suelo.
Oh si se dispusieran los tácitos volantes
para todas las cintas más distantes,
para todas las citas más distintas.

Así, muerta inmortal. Así.
Bajo los dobles arcos de tu sangre, por donde
hay que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre
para ir por allí,
humildóse hasta menos de la mitad del hombre,
hasta ser el primer pequeño que tuviste.

Así, muerta inmortal.
Entre la columnata de tus huesos
que no puede caer ni a lloros,
y a cuyo lado ni el destino pudo entrometer
ni un solo dedo suyo.

Así, muerta inmortal.
Así.



Y SI DESPUÉS DE TANTAS PALABRAS...

¡Y si después de tantas palabras, 
no sobrevive la palabra! 
¡Si después de las alas de los pájaros, 
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad, 
que se lo coman todo y acabemos!

¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte! 
¡Levantarse del cielo hacia la tierra 
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente, 
que se lo coman todo y qué más da...!

¡Y si después de tanta historia, sucumbimos, 
no ya de eternidad, 
sino de esas cosas sencillas, como estar 
en la casa o ponerse a cavilar! 
¡Y si luego encontramos, 
de buenas a primeras, que vivimos, 
a juzgar por la altura de los astros, 
por el peine y las manchas del pañuelo! 
¡Más valdría, en verdad, 
que se lo coman todo, desde luego!

Se dirá que tenemos 
en uno de los ojos mucha pena 
y también en el otro, mucha pena 
y en los dos, cuando miran, mucha pena... 
Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡ni palabra! 



LOS MINEROS SALIERON DE LA MINA

Los mineros salieron de la mina 
remontando sus ruinas venideras, 
fajaron su salud con estampidos 
y, elaborando su función mental 
cerraron con sus voces 
el socavón, en forma de síntoma profundo.

¡Era de ver sus polvos corrosivos! 
¡Era de oír sus óxidos de altura! 
Cuñas de boca, yunques de boca, aparatos de boca (¡Es formidable!)

El orden de sus túmulos, 
sus inducciones plásticas, sus respuestas corales,
agolpáronse al pie de ígneos percances 
y airente amarillura conocieron los trístidos y tristes, 
imbuidos 
del metal que se acaba, del metaloide pálido y pequeño.

Craneados de labor, 
y calzados de cuero de vizcacha, 
calzados de senderos infinitos, 
y los ojos de físico llorar, 
creadores de la profundidad, 
saben, a cielo intermitente de escalera, 
bajar mirando para arriba, 
saben subir mirando para abajo.

¡Loor al antiguo juego de su naturaleza, 
a sus insomnes órganos, a su saliva rústica! 
¡Temple, filo y punta, a sus pestañas! 
¡Crezcan la yerba, el liquen y la rana en sus adverbios! 
¡Felpa de hierro a sus nupciales sábanas! 
¡Mujeres hasta abajo, sus mujeres! 
¡Mucha felicidad para los suyos! 
¡Son algo portentoso, los mineros
remontando sus ruinas venideras, 
elaborando su función mental 
y abriendo con sus voces 
el socavón, en forma de síntoma profundo! 
¡Loor a su naturaleza amarillenta, 
a su linterna mágica, 
a sus cubos y rombos, a sus percances plásticos, 
a sus ojazos de seis nervios ópticos 
y a sus hijos que juegan en la iglesia 
y a sus tácitos padres infantiles! 
¡Salud, oh creadores de la profundidad...! (Es formidable.) 



ABSOLUTA

Color de ropa antigua. Un julio a sombra,
y un agosto recién segado. Y una
mano de agua que injertó en el pino
resinoso de un tedio malas frutas.

Ahora que has anclado, oscura ropa,
tornas rociada de un suntuoso olor
a tiempo, a abreviación... Y he cantado
el proclive festín que se volcó.

Mas ¿no puedes, Señor, contra la muerte,
contra el límite, contra lo que acaba?
¡Ay, la llaga en color de ropa antigua,
cómo se entreabre y huele a miel quemada!

¡Oh unidad excelsa! ¡Oh lo que es uno por todos!
¡Amor contra el espacio y contra el tiempo!
Un latido único de corazón;
un solo ritmo: ¡Dios!

Y al encogerse de hombros los linderos
en un bronco desdén irreductible,
hay un riego de sierpes
en la doncella plenitud del 1.
¡Una arruga, una sombra!



LOS PASOS LEJANOS

Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza;
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.

Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.
Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.



ENTRE EL DOLOR Y EL PLACER MEDIAN TRES CRIATURAS...

Entre el dolor y el placer median tres criaturas,
de las cuales la una mira a un muro,
la segunda usa de ánimo triste
y la tercera avanza de puntillas;
pero, entre tú y yo,
sólo existen segundas criaturas.
Apoyándose en mi frente, el día
conviene en que, de veras,
hay mucho de exacto en el espacio;
pero, si la dicha, que, al fin, tiene un tamaño,
principia ¡ay! por mi boca,
¿quién me preguntará por mi palabra?

Al sentido instantáneo de la eternidad
corresponde
este encuentro investido de hilo negro,
pero a tu despedida temporal,
tan sólo corresponde lo inmutable,
tu criatura, el alma, mi palabra.
(Poemas humanos, París, 1939)




LOS DADOS ETERNOS

Para Manuel González Prada, esta
emoción bravía y selecta, una de las
que, con más entusiasmo, me ha aplau-
dido el gran maestro.

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado.
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios míos, y esta noche sorda, obscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.



DESHOJACION SAGRADA

Luna! Corona de una testa inmensa,
que te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja corona de un Jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!

Luna! Alocado corazón celeste
¿por qué bogas así, dentro de copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?

Luna! Y a fuerza de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres talvez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando versos!...



PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...



EPISTOLA A LOS TRANSEUNTES

REANUDO mi día de conejo
mi noche de elefante en descanso.

Y, entre mi, digo:
ésta es mi inmensidad en bruto, a cántaros
éste es mi grato peso,
que me buscará abajo para pájaro
éste es mi brazo
que por su cuenta rehusó ser ala,
éstas son mis sagradas escrituras,
éstos mis alarmados campeñones.

Lúgubre isla me alumbrará continental,
mientras el capitolio se apoye en mi íntimo derrumbe
y la asamblea en lanzas clausure mi desfile.

Pero cuando yo muera
de vida y no de tiempo,
cuando lleguen a dos mis dos maletas,
éste ha de ser mi estómago en que cupo mi lámpara en pedazos,
ésta aquella cabeza que expió los tormentos del círculo en mis pasos,
éstos esos gusanos que el corazón contó por unidades,
éste ha de ser mi cuerpo solidario
por el que vela el alma individual; éste ha de ser
mi ombligo en que maté mis piojos natos,
ésta mi cosa cosa, mi cosa tremebunda.

En tanto, convulsiva, ásperamente
convalece mi freno,
sufriendo como sufro del lenguaje directo del león;
y, puesto que he existido entre dos potestades de ladrillo,
convalezco yo mismo, sonriendo de mis labios.




LA RUEDA DEL HAMBRIENTO

POR entre mis propios dientes salgo humeando,
dando voces, pujando,
bajándome los pantalones...
Váca mi estómago, váca mi yeyuno,
la miseria me saca por entre mis propios dientes,
cogido con un palito por el puño de la camisa.

Una piedra en que sentarme
¿no habrá ahora para mí?
Aún aquella piedra en que tropieza la mujer que ha dado a luz,
la madre del cordero, la causa, la raíz,
¿ésa no habrá ahora para mí?
¡Siquiera aquella otra,
que ha pasado agachándose por mi alma!
Siquiera
la calcárida o la mala (humilde océano)
o la que ya no sirve ni para ser tirada contra el hombre
ésa dádmela ahora para mí!

Siquiera la que hallaren atravesada y sola en un insulto,
ésa dádmela ahora para mí!
Siquiera la torcida y coronada, en que resuena
solamente una vez el andar de las rectas conciencias,
o, al menos, esa otra, que arrojada en digna curva,
va a caer por sí misma,
en profesión de entraña verdadera,
¡ésa dádmela ahora para mí!

Un pedazo de pan, tampoco habrá para mí?
Ya no más he de ser lo que siempre he de ser,
pero dadme
una piedra en que sentarme,
pero dadme,
por favor, un pedazo de pan en que sentarme,
pero dadme
en español
algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse
y después me iré...
Halló una extraña forma, está muy rota
y sucia mi camisa
y ya no tengo nada, esto es horrendo.




¡CUÍDATE, ESPAÑA...!

¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,
del verdugo a pesar suyo
y del indiferente a pesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate tres veces,
y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!…



ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE CALIZ

Niños del mundo,
si cae España -digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae -digo, es un decir- si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que esta
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera, aquélla de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!...


HIMNO A LOS VOLUNTARIOS DE LA REPUBLICA

Voluntario de España, miliciano
de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
cuando marcha a matar con su agonía
mundial, no sé verdaderamente
qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al que bien, que venga,
y quiero desgraciarme;
descúbrome la frente impersonal hasta tocar
el vaso de la sangre, me detengo,
detienen mi tamaño esas famosas caídas de arquitecto
con las que se honra el animal que me honra;
refluyen mis instintos a sus sogas,
humea ante mi tumba la alegría
y, otra vez, sin saber qué hacer, sin nada, déjame,
desde mi piedra en blanco, déjame,
solo,
cuadrumano, más acá, mucho más lejos,
al no caber entre mis manos tu largo rato extático,
quiebro con tu rapidez de doble filo
mi pequeñez en traje de grandeza!

Un día diurno, claro, atento, fértil
¡oh bienio, el de los lóbregos semestres suplicantes,
por el que iba la pólvora mordiéndose los codos!
¡oh dura pena y más duros pedernales!
!oh frenos los tascados por el pueblo!
Un día prendió el pueblo su fósforo cautivo, oró de cólera
y soberanamente pleno, circular,
cerró su natalicio con manos electivas;
arrastraban candado ya los déspotas
y en el candado, sus bacterias muertas...

¿Batallas? ¡No! Pasiones. Y pasiones precedidas
de dolores con rejas de esperanzas,
de dolores de pueblos con esperanzas de hombres!
¡Muerte y pasión de paz, las populares!

¡Muerte y pasión guerreras entre olivos, entendámonos!
Tal en tu aliento cambian de agujas atmosféricas los vientos
y de llave las tumbas en tu pecho,
tu frontal elevándose a primera potencia de martirio.

El mundo exclama: "¡Cosas de españoles!" Y es verdad.
Consideremos,
durante una balanza, a quemarropa,
a Calderón, dormido sobre la cola de un anfibio muerto
o a Cervantes, diciendo: "Mi reino es de este mundo, pero
también del otro": ¡punta y filo en dos papeles!
Contemplemos a Goya, de hinojos y rezando ante un espejo,
a Coll, el paladín en cuyo asalto cartesiano
tuvo un sudor de nube el paso llano
o a Quevedo, ese abuelo instantáneo de los dinamiteros
o a Cajal, devorado por su pequeño infinito, o todavía
a Teresa, mujer que muere porque no muere
o a Lina Odena, en pugna en más de un punto con Teresa...
(Todo acto o voz genial viene del pueblo
y va hacia él, de frente o transmitidos
por incesantes briznas, por el humo rosado
de amargas contraseñas sin fortuna)
Así tu criatura, miliciano, así tu exangüe criatura,
agitada por una piedra inmóvil,
se sacrifica, apártase,
decae para arriba y por su llama incombustible sube,
sube hasta los débiles,
distribuyendo españas a los toros,
toros a las palomas...

Proletario que mueres de universo, ¡en qué frenética armonía
acabará tu grandeza, tu miseria, tu vorágine impelente,
tu violencia metódica, tu caos teórico y práctico, tu gana
dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a traición,
a tu enemigo!

¡Liberador ceñido de grilletes,
sin cuyo esfuerzo hasta hoy continuaría sin asas la extensión,
vagarían acéfalos los clavos,
antiguo, lento, colorado, el día,
nuestros amados cascos, insepultos!
¡Campesino caído con tu verde follaje por el hombre,
con la inflexión social de tu meñique,
con tu buey que se queda, con tu física,
también con tu palabra atada a un palo
y tu cielo arrendado
y con la arcilla inserta en tu cansancio
y la que estaba en tu uña, caminando!
¡Constructores
agrícolas, civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
que vosotros haríais la luz, entornando
con la muerte vuestros ojos;
que, a la caída cruel de vuestras bocas,
vendrá en siete bandejas la abundancia, todo
en el mundo será de oro súbito
y el oro,
fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre,
y el oro mismo será entonces de oro!

¡Se amarán todos los hombres
y comerán tomados de las puntas de vuestros pañuelos tristes
y beberán en nombre
de vuestras gargantas infaustas!
Descansarán andando al pie de esta carrera,
sollozarán pensando en vuestras órbitas, venturosos
serán y al son
de vuestro atroz retorno, florecido, innato,
ajustarán mañana sus quehaceres, sus figuras soñadas y cantadas!

¡Unos mismos zapatos irán bien al que asciende
sin vías a su cuerpo
y al que baja hasta la forma de su alma!
¡Entrelazándose hablarán los mudos, los tullidos andarán!
¡Verán, ya de regreso, los ciegos
y palpitando escucharán los sordos!
¡Sabrán los ignorantes, ignorarán los sabios!
¡Serán dados los besos que no pudisteis dar!
¡Sólo la muerte morirá! ¡La hormiga
traerá pedacitos de pan al elefante encadenado
a su brutal delicadeza; volverán
los niños abortados a nacer perfectos, espaciales
y trabajarán todos los hombres,
engendrarán todos los hombres,
comprenderán todos los hombres!

¡Obrero, salvador, redentor nuestro,
perdónanos, hermano, nuestras deudas!
Como dice un tambor al redoblar, en sus adagios:
qué jamás tan efímero, tu espalda!
qué siempre tan cambiante, tu perfil!

¡Voluntario italiano, entre cuyos animales de batalla
un león abisinio va cojeando!
¡Voluntario soviético, marchando a la cabeza de tu pecho universal!
¡Voluntarios del sur, del norte, del oriente
y tú, el occidental, cerrando el canto fúnebre del alba!
¡Soldado conocido, cuyo nombre
desfila en el sonido de un abrazo!
¡Combatiente que la tierra criara, armándote
de polvo,
calzándote de imanes positivos,
vigentes tus creencias personales,
distinto de carácter, íntima tu férula,
el cutis inmediato,
andándote tu idioma por los hombros
y el alma coronada de guijarros!
¡Voluntario fajado de tu zona fría,
templada o tórrida,
héroes a la redonda,
víctima en columna de vencedores:
en España, en Madrid, están llamando
a matar, voluntarios de la vida!

¡Porque en España matan, otros matan
al niño, a su juguete que se para,
a la madre Rosenda esplendorosa,
al viejo Adán que hablaba en alta voz con su caballo
y al perro que dormía en la escalera.
Matan al libro, tiran a sus verbos auxiliares,
a su indefensa página primera!
Matan el caso exacto de la estatua,
al sabio, a su bastón, a su colega,
al barbero de al lado -me cortó posiblemente,
pero buen hombre y, luego, infortunado;
al mendigo que ayer cantaba enfrente,
a la enfermera que hoy pasó llorando,
al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus rodillas...

¡Voluntarios,
por la vida, por los buenos, matad
a la muerte, matad a los malos!
¡Hacedlo por la libertad de todos,
del explotado, del explotador,
por la paz indolora -la sospecho
cuando duermo al pie de mi frente
y más cuando circulo dando voces-
y hacedlo, voy diciendo,
por el analfabeto a quien escribo,
por el genio descalzo y su cordero,
por los camaradas caídos,
sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino!

Para que vosotros,
voluntarios de España y del mundo, vinierais,
soñé que era yo bueno, y era para ver
vuestra sangre, voluntarios...
De esto hace mucho pecho, muchas ansias,
muchos camellos en edad de orar.
Marcha hoy de vuestra parte el bien ardiendo,
os siguen con cariño los reptiles de pestaña inmanente
y, a dos pasos, a uno,
la dirección del agua que corre a ver su límite antes que arda.



DONDE NUNCA LLEGAREMOS

Donde, aún sin nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.

Es ese un sitio que se ve
a cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.

Más acá de mí mismo y de
mi par de yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.

Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.

El horizonte color té
se muere por colonizarle
para su gran Cualquieraparte.

Mas el lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
hombreado va con los reversos.

-Cerrad aquella puerta que
está entreabierta en las entrañas
de ese espejo. -¿Esta? - No; su hermana.

-No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
-do van en rama los pestillos.

Tal es el lugar que yo me sé.


¿QUIÉN HACE TANTA BULLA?

I

Quién hace tanta bulla, y ni deja
testar las islas que van quedando.

Un poco más de consideración
en cuanto será tarde, temprano
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea
que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóidea
grupada.

Un poco más de consideración,
y el mantillo líquido, seis de la tarde
DE LOS MÁS SOBERBIOS BEMOLES

Y la península párase
por la espalda, abozalada, impertérrita
en la línea mortal del equilibrio.


TIEMPO, TIEMPO

II

Tiempo Tiempo.

Mediodía estancado entre relentes.
Bomba aburrida del cuartel achica
tiempo tiempo tiempo tiempo.

Era Era.

Gallos cancionan escarbando en vano.
Boca del claro día que conjuga
era era era era.

Mañana Mañana.

El reposo caliente aun de ser.
Piensa el presente guárdame para
mañana mañana mañana mañana.

Nombre Nombre.

¿Qué se llama cuanto heriza nos?
Se llama Lomismo que padece
nombre nombre nombre nombre.




LOS NUEVE MONSTRUOS

I, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.

Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.

Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rousseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar…
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más)
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer?
!Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.



MASA

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar.


Espergesia

Yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo, 
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Díos estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.

Pues yo nací un día
que Díos estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico... Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto. 
Todos saben... Y no saben
que la luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo,
grave.



sábado, 23 de noviembre de 2013

José Zorrilla (videos, imágenes, biografía y poemas)
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Biografía
(1817-1893)

José Zorrilla nació en Valladolid (1817). Su padre, José Zorrilla, era hombre de rígidos principios, absolutista y partidario del pretendiente don Carlos; su madre, Nicomedes Moral, mujer piadosa, sufrida y sometida al marido. Tras varios años en Valladolid, Burgos y Sevilla, la familia se estableció en Madrid, donde el padre ejerció con gran celo el cargo de superintendente de policía y el hijo ingresó en el Seminario de Nobles.

Estudió leyes en las universidades de Toledo y Valladolid (1833-36), con nulo aprovechamiento. Durante unas vacaciones se enamoró de una prima, a la que evoca en "Recuerdo del Arlanza", era éste el primero de una larga lista de amores.

Huyó de la casa paterna (1836), refugiándose en Madrid, donde la fama lo sacó súbitamente (1837) de una vida oscura y llena de privaciones: Zorrilla, un joven delgado y pálido, como lo han retratado varios contemporáneos, se reveló como poeta al pie del sepulcro de Larra, leyendo emocionadamente una composición en honor del suicida, cuando toda la capital se hallaba reunida en el cementerio para rendirle el último tributo.

Se casó con Florentina O’Reilly (1839), viuda bastante mayor que él y con un hijo. No fue el dinero el motivo de la boda, pues estaba arruinada. Aparte la edad, varias causas concurrieron a hacer infeliz el matrimonio: la antipatía del hijo hacia el intruso, las riñas entre mujer y suegra, la desaprobación del padre.

Viajó a Francia (1845), asistiendo en París a algunos cursos de la Facultad de Medicina y relacionándose con Dumas, George Sand, Musset y Gautier. Ese mismo año murió su madre, dejándole profunda melancolía.

De regreso en Madrid (1846), recibió varios honores dos año más tarde: se le nombró miembro de la Junta del recién fundado Teatro Español; el Liceo organizó una sesión para exaltarle públicamente; la Real Academia lo admitió en su seno, aunque sólo tomaría posesión en 1885. Pero la muerte del padre (1849) le causó un duro golpe: su progenitor se negó a perdonarle la huida y la boda, dejando un enorme peso en la conciencia del hijo. Por otro lado, le legó considerables deudas.

Huyendo de su mujer, se estableció en París (1851) y Londres (1853), a donde le acompañaron los inseparables apuros económicos. En París endulzó sus penas Leila, a quien amó apasionadamente. En tanto que en la capital británica hizo amistad con el famoso relojero Losada que le ayudó.

Embarcó, por fin, rumbo a México ( 1854-66), interrumpiendo su estancia allí para pasar un año en Cuba (1858). Llevó en aquel país una vida de aislamiento y pobreza, sin mezclarse en la guerra civil, que dividía a federales y unitarios. Cuando Maximiliano ocupó el poder (1864), Zorrilla se convirtió en poeta áulico y fue nombrado director del Teatro Nacional.

Muerta su esposa, regresó a España (1866), donde se le admiraba, pero se le creía superado. El fusilamiento de Maximiliano, abandonado a su triste suerte por el Papa y Napoleón III, le produjo una profunda crisis religiosa.

Casado de nuevo con Juana Pacheco (1869), siguió en permanentes apuros económicos, de los que apenas lograrían sacarle ni una comisión gubernamental en Roma (1873) ni una pensión nacional otorgada tardíamente.

Se hizo famoso dando recitales públicos y obtuvo numerosos honores entre los que sobresalen su nombramiento de cronista de Valladolid (1884) y su coronación como poeta nacional en Granada (1889).

Murió en Madrid (1893), tras una intervención quirúrgica para extraerle un tumor cerebral. Su entierro fue un gran homenaje de admiración.

Hay en la vida de Zorrilla algunos detalles de gran interés para comprender la orientación de su obra. En primer lugar, las relaciones con su padre. Hombre éste despótico y severo, rechazó sistemáticamente el cariño de su hijo, negándose a perdonarle sus errores juveniles. El escritor cargaba consigo una especie de complejo de culpa, y para superarla decidió defender en su creación un ideal tradicionalista muy de acuerdo con el sentir paterno. Dice en Recuerdos del tiempo viejo: "Mi padre no había estimado en nada mis versos: ni mi conducta, cuya clave él sólo tenía".

Importante es destacar su temperamento sensual, que le arrastraba hacia las mujeres: dos esposas, un temprano amor con una prima, amores en París y México, dan una lista que, aunque muy lejos de la de don Juan, camina en su misma dirección. El amor constituye uno de los ejes fundamentales de toda su producción.

No es ocioso preguntar, como tercer factor condicionante, sobre la salud de Zorrilla. A cierta altura de su vida, en efecto, se inventó un doble, loco (Cuentos de un loco, 1853), que aparece casi obsesivamente después. En Recuerdos del tiempo viejo habla de sus alucinaciones y sonambulismo. ¿Cuándo apareció el tumor cerebral y cómo afectó su comportamiento? Quizá el papel predominante de la fantasía en el escritor encuentre una explicación por este lado.

De su carácter ha dicho su biógrafo Narciso Alonso Cortés que era ingenuo como un niño, bondadoso y amigo de todos, ignorante del valor del dinero y ajeno a la política. Conviene resaltar, además, su independencia, de la que se sentía muy orgulloso. En versos que recuerdan a los de Antonio Machado, confesó que a su trabajo lo debía todo, y llegó a rechazar lucrativos puestos públicos por no sentirse preparado: "Yo temo -afirma en sus Recuerdos...- que nuestra revolución va a ser infructífera para España por creernos todos los españoles buenos y aptos para todo y meternos todos a lo que no sabemos".
Sus poemas
CORRIENDO VAN POR LA VEGA

Corriendo van por la vega
a las puertas de Granada
hasta cuarenta gomeles
y el capitán que los manda.
Al entrar en la ciudad,
parando su yegua blanca,
le dijo éste a una mujer
que entre sus brazos lloraba:
«Enjuga el llanto, cristiana
no me atormentes así,
que tengo yo, mi sultana,
un nuevo Edén para ti.
Tengo un palacio en Granada,
tengo jardines y flores,
tengo una fuente dorada
con más de cien surtidores,
y en la vega del Genil
tengo parda fortaleza,
que será reina entre mil
cuando encierre tu belleza.
Y sobre toda una orilla
extiendo mi señorío;
ni en Córdoba ni en Sevilla
hay un parque como el mio.
Allí la altiva palmera
y el encendido granado,
junto a la frondosa higuera,
cubren el valle y collado.
Allí el robusto nogal,
allí el nópalo amarillo,
allí el sombrío moral
crecen al pie del castillo.
Y olmos tengo en mi alameda
que hasta el cielo se levantan
y en redes de plata y seda
tengo pájaros que cantan.
Y tú mi sultana eres,
que desiertos mis salones
están, mi harén sin mujeres,
mis oídos sin canciones.
Yo te daré terciopelos
y perfumes orientales;
de Grecia te traeré velos
y de Cachemira chales.
Y te dará blancas plumas
para que adornes tu frente,
más blanca que las espumas
de nuestros mares de Oriente.
Y perlas para el cabello,
y baños para el calor,
y collares para el cuello;
para los labios... ¡amor!»
«¿Qué me valen tus riquezas
-respondióle la cristiana-,
si me quitas a mi padre,
mis amigos y mis damas?
Vuélveme, vuélveme, moro
a mi padre y a mi patria,
que mis torres de León
valen más que tu Granada.»
Escuchóla en paz el moro,
y manoseando su barba,
dijo como quien medita,
en la mejilla una lágrima:
«Si tus castillos mejores
que nuestros jardines son,
y son más bellas tus flores,
por ser tuyas, en León,
y tú diste tus amores
a alguno de tus guerreros,
hurí del Edén, no llores;
vete con tus caballeros.»
Y dándole su caballo
y la mitad de su guardia,
el capitán de los moros
volvió en silencio la espalda.



DUEÑA DE LA NEGRA TOCA

Dueña de la negra toca,
la del morado monjil,
por un beso de tu boca
diera a Granada Boabdil.
Diera la lanza mejor
del Zenete más bizarro,
y con su fresco verdor
toda una orilla del Darro.
Diera la fiesta de toros
y, si fueran en sus manos,
con la zambra de los moros
el valor de los cristianos.
Diera alfombras orientales,
y armaduras y pebetes,
y diera... ¡que tanto vales!,
hasta cuarenta jinetes.
Porque tus ojos son bellos,
porque la luz de la aurora
sube al Oriente desde ellos,
y el mundo su lumbre dora.
Tus labios son un rubí,
partido por gala en dos...
Le arrancaron para ti
de la corona de Dios.
De tus labios, la sonrisa,
la paz de tu lengua mana...
leve, aérea, como brisa
de purpurina mañana.
¡Oh, qué hermosa nazarena
para un harén oriental,
suelta la negra melena
sobre el cuello de cristal,
en lecho de terciopelo,
entre una nube de aroma,
y envuelta en el blanco velo
de las hijas de Mahoma!
Ven a Córdoba, cristiana,
sultana serás allí,
y el sultán será, ¡oh sultana!,
un esclavo para ti.
Te dará tanta riqueza,
tanta gala tunecina,
que ha de juzgar tu belleza
para pagarle, mezquina.
Dueña de la negra toca,
por un beso de tu boca
diera un reino Boabdil;
y yo por ello, cristiana,
te diera de buena gana
mil cielos, si fueran mil.

A BUEN JUEZ MEJOR TESTIGO

I
Entre pardos nubarrones
pasando la blanca luna,
con resplandor fugitivo,
la baja tierra no alumbra.
La brisa con frescas alas
juguetona no murmura,
y las veletas no giran
entre la cruz y la cúpula.
Tal vez un pálido rayo
la opaca atmósfera cruza,
y unas en otras las sombras
confundidas se dibujan.
Las almenas de las torres
un momento se columbran,
como lanzas de soldados
apostados en la altura.
Reverberan los cristales
la trémula llama turbia,
y un instante entre las rocas
riela la fuente oculta.
Los álamos de la Vega
parecen en la espesura
de fantasmas apiñados
medrosa y gigante turba;
y alguna vez desprendida
gotea pesada lluvia,
que no despierta a quien duerme,
ni a quien medita importuna.
Yace Toledo en el sueño
entre las sombras confusa,
y el Tajo a sus pies pasando
con pardas ondas lo arrulla.
El monótono murmullo
sonar perdido se escucha,
cual si por las hondas calles
hirviera del mar la espuma.
¡Qué dulce es dormir en calma
cuando a lo lejos susurran
los álamos que se mecen,
las aguas que se derrumban!
Se sueñan bellos fantasmas
que el sueño del triste endulzan,
y en tanto que sueña el triste,
no le aqueja su amargura.
Tan en calma y tan sombría
como la noche que enluta
la esquina en que desemboca
una callejuela oculta,
se ve de un hombre que guarda
la vigilante figura,
y tan a la sombra vela
que entre las sombras se ofusca.
Frente por frente a sus ojos
un balcón a poca altura
deja escapar por los vidrios
la luz que dentro le alumbra;
mas ni en el claro aposento,
ni en la callejuela oscura
el silencio de la noche
rumor sospechoso turba.
Pasó así tan largo tiempo,
que pudiera haberse duda
de si es hombre, o solamente
mentida ilusión nocturna;
pero es hombre, y bien se ve,
porque con planta segura,
ganando el centro a la calle,
resuelto y audaz pregunta:
"¿Quién va?", y a corta distancia
el igual compás se escucha
de un caballo que sacude
las sonoras herraduras.
"¿Quién va?", repite, y cercana
otra voz menos robusta
responde: "Un hidalgo, ¡calle!"
Y el paso el bulto apresura,
"Téngase el hidalgo", el hombre
replica, y la espada empuña.
"Ved más bien si me haréis calle,
repitieron con mesura,
que hasta hoy a nadie se tuvo
Iván de Vargas y Acuña."
"Pase el Acuña y perdone",
dijo el mozo en faz de fuga,
pues, teniéndose el embozo,
sopla un silbato y se oculta.
Paró el jinete a una puerta,
y con precaución difusa
salió una niña al balcón
que llama interior alumbra.
"¡Mi padre!", clamó en voz baja,
y el viejo en la cerradura
metió la llave pidiendo
a sus gentes que le acudan.
Un negro por ambas bridas,
tomó la cabalgadura,
cerróse detrás la puerta
y quedó la calle muda.
En esto desde el balcón,
como quien tal acostumbra,
un mancebo por las rejas
de la calle se asegura.
Asió el brazo al que apostado
hizo cara a Iván de Acuña,
y huyeron en el embozo
velando la catadura.

II
Clara, apacible y serena
pasa la siguiente tarde,
y el sol tocando su ocaso
apaga su luz gigante;
se ve la imperial Toledo
dorada por los remates
como una ciudad de grana
coronada de cristales.
El Tajo por entre rocas
sus anchos cimientos lame,
dibujando en las arenas
las ondas con que las bate.
Y la ciudad se retrata
en las ondas desiguales,
como en prendas de que el río
tan afanoso la bañe.
A lo lejos en la Vega
tiende galán por sus márgenes,
de sus álamos y huertos
el pintoresco ropaje;
y porque su altiva gala
más a los ojos halague,
la salpica con escombros
de castillos y de alcázares.
Un recuerdo en cada piedra
que toda una historia vale,
cada colina un secreto
de príncipes o galanes.
Aquí se bañó la hermosa
por quien dejó un rey culpable
amor, fama, reino y vida
en manos de musulmanes.
Allí recibió Galiana
a su receloso amante,
en esa cuesta que entonces
era un plantel de azahares.
Allá por aquella torre
que hicieron puerta los árabes,
subió el Cid sobre Babieca
con su gente y su estandarte.
Más lejos se ve el castillo
de San Servando, o Cervantes,
donde nada se hizo nunca
y nada al presente se hace.
A este lado está la almena
por do sacó vigilante
el conde don Peranzules
al rey, que supo una tarde
fingir tan tenaz modorra,
que, político y constante,
tuvo siempre el brazo quedo
las palmas al horadarle.
Allí está el circo romano,
gran cifra de un pueblo grande,
y aquí la antigua basílica
de bizantinos pilares,
que oyó en el primer concilio
las palabras de los Padres
que velaron por la Iglesia
perseguida o vacilante.
La sombra en este momento
tiende sus turbios cendales
por todas esas memorias
de las pasadas edades;
y del Cambrón y Bisagra
los caminos desiguales,
camino a los toledanos
hacia las murallas abren.
Los labradores se acercan
al fuego de sus hogares,
cargados con sus aperos,
cargados con sus afanes.
Los ricos y sedentarios
se tornan con paso grave,
calado el ancho sombrero,
abrochados los gabanes;
y los clérigos y monjes
y los prelados y abades,
sacudiendo el leve polvo
de capelos y sayales.
Quédase sólo un mancebo
de impetuosos ademanes,
que se pasea ocultando
entre la capa el semblante.
Los que pasan le contemplan
con decisión de evitarle,
y él contempla a los que pasan
como si a alguien aguardase
Los tímidos aceleran
los pasos al divisarle,
cual temiendo de seguro
que les proponga un combate;
y los valientes le miran
cual si sintieran dejarle
sin que libres sus estoques
en riña sonora dancen.
Una mujer, también sola,
se viene el llano adelante,
la luz del rostro escondida
en tocas y tafetanes.
Mas en lo leve del paso
y en lo flexible del talle
puede a través de los velos
una hermosa adivinarse.
Vase derecha al que aguarda,
y él al encuentro le sale
diciendo…cuanto se dicen
en las citas los amantes.
Mas ella, galanterías
dejando severa aparte,
así al mancebo interrumpe
en voz decidida y grave:
"Abreviemos de razones,
Diego Martínez; mi padre,
que un hombre ha entrado en su ausencia
dentro mi aposento sabe,
y así quien mancha mi honra
con la suya me la lave;
o dadme mano de esposo,
o libre de vos dejadme."
Miróla Diego Martínez
atentamente un instante,
y echando a su lado el embozo
repuso palabras tales:
"Dentro de un mes, Inés mía,
parto a la guerra de Flandes;
al año estaré de vuelta
y contigo en los altares.
Honra que yo te desluzca
con honra mía se lave,
que por honra vuelven honra
hidalgos que en honra nacen."
"Júralo", exclama la niña.
"Más que mi palabra vale
no te valdrá un juramento."
"Diego, la palabra es aire."
"¡Vive Dios, que estás tenaz!
Dalo por jurado y baste."
"No me basta; que olvidar
puedes la palabra en Flandes."
"¡Voto a Dios! ¿Qué más pretendes?"
"Que a los pies de aquella imagen
lo jures como cristiano
del Santo Cristo delante."
Vaciló un punto Martínez.
Mas porfiando que jurase,
llevóle Inés hacia el templo
que en medio la Vega yace.
Enclavado en un madero,
en duro y postrero trance,
ceñida la sien de espinas,
descolorido el semblante,
víase allí un crucifijo
teñido de negra sangre
a quien Toledo devota
acude hoy en sus azares.
Ante sus plantas divinas
llegaron ambos amantes,
y haciendo Inés que Martínez
los sagrados pies tocase,
preguntóle
"Diego, ¿juras
a tu vuelta desposarme?
Contestó el mozo:
"¡Sí juro!",
y ambos del templo se salen.

III
Pasó un día y otro día
un mes y otro mes pasó,
y un año pasado había,
mas de Flandes no volvía
Diego, que a Flandes partió.
Lloraba la bella Inés
oraba un mes y otro mes
su vuelta aguardando en vano,
del crucifijo a los pies
do puso el galán su mano.
Todas las tardes venía
después de traspuesto el sol,
y a Dios llorando pedía
la vuelta del español,
y el español no volvía.
Y siempre al anochecer,
sin dueña y sin escudero,
en un manto una mujer
el campo salía a ver
al alto del Miradero.
¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!
La esperanza es de los cielos
preciosos y funesto don,
pues los amantes desvelos
cambian la esperanza en celos
que abrasan el corazón.
Si es cierto lo que se espera
es un consuelo en verdad;
pero siendo una quimera,
en tan frágil realidad
quien espera desespera.
Así Inés desesperaba
sin acabar de esperar,
y su tez se marchitaba,
y su llanto se secaba
para volver a brotar.
En vano a su confesor
pidió remedio o consejo
para aliviar su dolor,
que mal se cura el amor
con las palabras de un viejo.
En vano a Iván acudía,
llorosa y desconsolada;
el padre no respondía,
que la lengua le tenía
su propia deshonra atada.
Y ambos maldicen su estrella,
callando el padre severo
y suspirando la bella,
porque nació altanero.
Dos años al fin pasaron
en esperar y gemir,
y las guerras acabaron,
y los de Flandes tornaron
a sus tierras a vivir.
Pasó un día y otro día,
un mes y otro mes pasó,
y el tercer año corría:
Diego a Flandes se partió,
mas de Flandes no volvía.
Era una tarde serena,
doraba el sol de Occidente
del Tajo la Vega amena,
y apoyada en una almena
miraba Inés la corriente.
Iban las tranquilas olas
las riberas azotando
bajo las murallas solas,
musgo, espigas y amapolas
ligeramente doblando.
Algún olmo que escondido
creció entre la hierba blanda
sobre las aguas tendido
se reflejaba perdido
en su cristalina banda.
Y algún ruiseñor colgado
entre su fresca espesura
daba al aire embalsamado
su cántico regalado
desde la enramada oscura.
Y algún pez con cien colores,
tornasolada la escama,
saltaba a besar las flores,
que exhalan gratos olores
a las puntas de una rama.
Y allá, en el trémulo fondo,
el torreón se dibuja
como el contorno redondo
del hueco sombrío y hondo
que habita nocturna bruja.
Así la niña lloraba
el rigor de su fortuna,
y así la tarde pasaba
y al horizonte trepaba
la consoladora luna.
A lo lejos, por el llano,
en confuso remolino,
vio de hombres tropel lejano
que en pardo polvo liviano
dejan envuelto el camino.
Bajó Inés del torreón,
y llegando recelosa
a las puertas del Cambrón,
sintió latir zozobrosa
más inquieto el corazón.
Tan galán como altanero
dejó ver la escasa luz
por bajo el arco primero
un hidalgo caballero
en un caballo andaluz.
Jubón negro acuchillado,
banda azul, lazo en la hombrera
y sin pluma al diestro lado,
el sombrero derribado
tocando con la gorguera.
Bombacho gris guarnecido,
bota de ante, espuela de oro,
hierro al cinto suspendido
y a una cadena prendido
agudo cuchillo moro.
Vienen tras este jinete
sobre potros jerezanos
de lanceros hasta siete,
y en adarga y coselete
diez peones castellanos.
Asióse a su estribo Inés,
gritando: "¡Diego, eres tú!"
Y él viéndola de través,
dijo: "¡Voto a Belcebú,
que no me acuerdo quién es!"
Dio la triste un alarido
tal respuesta al escuchar,
y a poco perdió el sentido,
sin que más voz ni gemido
volviera en tierra a exhalar.
Frunciendo ambas dos cejas
encomendóla a su gente,
diciendo: "Malditas viejas,
que a las mozas malamente
enloquecen con consejas!"
Y aplicando el capitán
a su potro las espuelas,
el rostro a Toledo dan,
y a trote cruzando van
las oscuras callejuelas.

IV
Así por sus altos fines
dispone y permite el cielo
que puedan mudar al hombre
fortuna, poder y tiempo.
A Flandes partió Martínez
de soldado aventurero,
y por su suerte y hazañas
allí capitán le hicieron.
Según alzaba en honores
alzábase en pensamientos,
y tanto ayudó en la guerra
con su valor y altos hechos,
que el mismo rey a su vuelta
le armó en Madrid caballero,
tomándole a su servicio
por capitán de lanceros.
Y otro no fue que Martínez
quien ha poco entró en Toledo,
tan orgulloso y ufano
cual salió humilde y pequeño.
Ni es otro a quien se dirige,
cobrado el conocimiento,
la amorosa Inés de Vargas,
que vive por él muriendo.
Mas él, que olvidando todo
olvidó su nombre mesmo,
puesto que Diego Martínez
es el capitán don Diego,
ni se ablanda a sus caricias
ni cura de sus lamentos,
diciendo que son locuras
de gente de poco seso:
que ni él prometió casarse
ni pensó jamás en ello.
¡Tanto mudan a los hombres
fortuna, poder y tiempo!
En vano porfía Inés
con amenazas y ruegos;
cuanto más ella importuna
está Martínez severo.
Abrazada a sus rodillas,
enmarañado el cabello,
la hermosa niña lloraba
prosternada por el suelo.
Mas todo empeño era inútil,
porque el capitán don Diego
no ha de ser Diego Martínez,
como lo era en otro tiempo.
Y así, llamando a su gente,
de amor y piedad ajeno,
mandóles que a Inés llevaran
de grado o de valimiento.
Mas ella, antes que la asieran,
cesando un punto en su duelo,
así habló, el rostro lloroso
hacia Martínez volviendo:
"Contigo se fue mi honra,
conmigo tu juramento;
pues buenas prendas son ambas,
en buen fiel las pesaremos."
Y la faz descolorida
en la mantilla envolviendo,
a pasos desatentados
salióse del aposento.

V
Era entonces de Toledo
por el rey, gobernador,
el justiciero y valiente
don Pedro Ruiz de Alarcón.
Muchos años por su patria
el buen viejo peleó;
cercenado tiene un brazo,
mas entero el corazón.
La mesa tiene delante,
los jueces en derredor,
los corchetes a la puerta
y en la derecha el bastón.
Está, como presidente
del tribunal superior,
entre un dosel y una alfombra,
reclinado en un sillón,
escuchando con paciencia
la casi asmática voz
con que un tétrico escribano
solfea una apelación.
Los asistentes bostezan
al murmullo arrullador;
los jueces, medio dormidos,
hacen pliegues al ropón;
los escribanos repasan
sus pergaminos al sol,
los corchetes a una moza
guiñan en un corredor,
y abajo, en Zocodober
gritan en discorde son,
los que en el mercado venden,
lo vendido y el valor.
Una mujer en tal punto,
en faz de grande aflicción,
rojos de llorar los ojos,
ronca de gemir la voz,
suelto el caballo y el manto,
tomó plaza en el salón
diciendo a gritos: "¡Justicia,
jueces, justicia, señor!"
Y a los pies se arroja humilde
de don Pedro de Alarcón,
en tanto que los curiosos
se agitan alrededor.
Alzóla cortés don Pedro,
calmando la confusión
y el tumultuoso murmullo
que esta escena ocasionó,
diciendo:
"Mujer, ¿qué quieres?
"Quiero justicia, señor."
"¿De qué?"
"De una prenda hurtada."
"¿Qué prenda?"
"Mi corazón."
"¿Tú lo diste?"
"Lo presté."
"¿Y no te le han vuelto?"
"No."
"¿Tienes testigos?"
"Ninguno."
"¿Y promesa?"
"¡Sí, por Dios!
Que al partirse de Toledo
un juramento empeñó."
"¿Quién es él?"
"Diego Martínez."
"¿Noble?"
"Y capitán, señor."
"Presentadme al capitán,
que cumplirá si juró."
Quedó en silencio la sala,
y a poco en el corredor
se oyó de botas y espuelas
el acompasado son.
Un portero, levantando
el tapiz, en alta voz
dijo: "El capitán don Diego."
Y entró luego en el salón
Diego Martínez, los ojos
llenos de orgullo y furor.
"¿Sois el capitán don Diego
--díjole don Pedro-- vos?"
Contestó altivo y sereno
Diego Martínez:
"Yo soy."
"¿Conocéis a esta muchacha?"
"Ha tres años, salvo error."
"¿Hicísteisla juramento
de ser su marido?
"No."
"¿Juráis no haberlo jurado?"
"Sí, juro."
"Pues id con Dios."
"¡Miente!", calmó Inés llorando
de despecho y de rubor.
"Mujer, ¡piensa lo que dices……!"
"Digo que miente, juró."
"¿Tienes testigos?"
"Ninguno."
"Capitán, idos con Dios,
y dispensad que acusado
dudara de vuestro honor."
Tornó Martínez la espalda,
con brusca satisfacción,
e Inés, que le vio partirse;
resuelta y firme gritó:
"Llamadle, tengo un testigo;
llamadle otra vez, señor."
Volvió el capitán don Diego,
sentóse Ruiz de Alarcón,
la multitud aquietóse
y la de Vargas siguió:
"Tengo un testigo a quien nunca
faltó verdad ni razón."
"¿Quién?"
"Un hombre que de lejos
nuestras palabras oyó,
mirándonos desde arriba."
"¿Estaba en algún balcón?"
"No, que estaba en un suplicio
donde ha tiempo que expiró."
"¿Luego es muerto?"
"No, que vive,"
"Estáis loca, ¡vive Dios!
¿Quién fue?"
"El Cristo de la Vega,
a cuya faz perjuró."
Pusiéronse en pie los jueces
al nombre del Redentor,
escuchando con asombro
tan excelsa apelación.
Reinó un profundo silencio
de sorpresa y de pavor,
y Diego bajó los ojos
de vergüenza y confusión.
Un instante con los jueces
don Pedro en secreto habló,
y levantóse diciendo
con respetuosa voz:
"La ley es ley para todos;
tu testigo es el mejor,
mas para tales testigos
no hay más tribunal que Dios.
Haremos….. lo que sepamos.
Escribano, al caer el sol
al Cristo que está en la Vega
tomaréis declaración."

VI
Es una tarde serena,
cuya luz tornasolada
del purpurino horizonte
blandamente se derrama.
Plácido aroma de flores
sus hojas plegando exhalan,
y el céfiro entre perfumes
mece las trémulas alas.
Brillan abajo en el valle
con suave rumor las aguas,
y las aves en la orilla
despidiendo al día cantan.
Allá por el Miradero
por el Cambrón y Bisagra,
confuso tropel de gente
del Tajo a la Vega baja.
Vienen delante don Pedro
de Alarcón, Iván de Vargas,
su hija Inés, los escribanos,
los corchetes y los guardias;
y detrás, monjes, hidalgos,
mozas, chicos y canalla.
Otra turba de curiosos
en la Vega les aguarda,
cada cual comentariando
el caso según le cuadra.
Entre ellos está Martínez
en apostura bizarra,
calzadas espuelas de oro,
valona de encaje blanca,
bigote a la borgoñesa,
melena desmelenada,
el sombrero guarnecido
con cuatro lazos de plata,
un pie delante del otro,
y el puño en el de la espada.
Los plebeyos, de reojo,
le miran de entre las capas,
los chicos al uniforme
y las mozas a la cara.
Llegado el gobernador
y gente que le acompaña,
entraron todos al claustro
que iglesia y patio separa.
Encendieron ante el Cristo
cuatro cirios y una lámpara
y de hinojos un momento
le rezaron en voz baja.
Está el Cristo de la Vega
la cruz en tierra posada,
los pies alzados del suelo
poco menos de una vara;
hacia la severa imagen
un notario se adelanta
de modo que con el rostro
al pecho santo llegaba.
A un lado tiene a Martínez,
a otro lado a Inés de Vargas,
detrás al gobernador
con sus jueces y sus guardias.
Después de leer dos veces
la acusación entablada,
el notario a Jesucristo,
así demandó en voz alta:
Jesús, Hijo de María,
ante nos esta mañana,
citado como testigo
por boca de Inés de Vargas,
¿juráis ser cierto que un día
a vuestras divinas plantas
juró a Inés Diego Martínez
por su mujer desposarla?
Asida a un brazo desnudo
una mano atarazada
vino a posar en los autos
la seca y hendida palma,
y allá en los aires: "¡Sí, juro!"
clamó una voz más que humana.
Alzó la turba medrosa
la vista a la imagen santa…….
Los labios tenía abiertos
y una mano desclavada.
Conclusión
Las vanidades del mundo
renunció allí mismo Inés,
y espantado de sí propio
Diego Martínez también.
Los escribanos, temblando
dieron de esta escena fe,
firmando como testigos
cuantos hubieron poder.
Fundóse un aniversario
y una capilla con él,
y don Pedro de Alarcón
el altar ordenó hacer,
donde hasta el tiempo que corre,
y en cada año una vez,
con la mano desclavada
el crucifijo se ve.


EL CONTRABANDISTA 

Subiendo la negra roca
de embarazosa montaña,
contrabandista español
bridón andaluz cabalga.
Lleva el trabuco a su lado,
el cuchillo entre la faja,
y con el humo del puro
su voz varonil levanta.
" Que brame en la peña el viento,
que se arda el monte vecino,
que rompa el inhiesto pino
el aquilón violento.
Yo desprecio sus furores;
y aquí solo, sin señores,
de pesadumbres ajeno,
oigo el huracán sereno
y canto al crujir del trueno
mis amores,"
 
" El albor de la mañana,
en sus matices de rosa,
me trae la imagen graciosa
de mi maja sevillana,
y en sus variados colores
me pinta las lindas flores
del suelo donde nací,
donde inocente reí,
donde primero sentí
mis amores."

" Cuando la enemiga bala
chilla medrosa a mi oído,
ya mi contrario caído
el alma rabioso exhala.
¡Qué me importan vengadores
cien fusiles matadores
que amenacen mi cabeza!
Con mi Moro  y mi destreza
yo les canto en la maleza
mis amores."
 
" Sienta yo el pujante brío
del galope de mi Moro ,
y el trabucazo sonoro
de algún compañero mío;
y que vengan triunfadores
los caballeros mejores
que empuñaron lanza ó freno.
Yo de temerles ajeno
cantaré libre y sereno
mis amores."
Tranquilo el contrabandista
aquí el canto llegaba,
cuando un acento francés
"¡Fuego !" a su lado gritaba.
Sobre su frente pasaron
con ruido silbar las balas,
y gendarmes le acometen
diciendo " ¡Ríndete a Francia!"
Y entonces él  " No se rinden
los que nacen en España",
y contra el jefe enemigo
su ancho trabuco descarga.
Cayeron dos, como arbusto
que el cierzo en pos arrebata.
En impetuosa carrera
el bruto gallardo arranca;
y por sobre los peñascos
que en rápida fuga salva,
cantando va el español
al trasponer la montaña:
" Vivir en los Pirineos,
pero morir en Granada."


DON JUAN 
 
En los años que han corrido
desde que yo le escribí,
mientras que yo envejecí
mi Don Juan no ha envejecido.
Y fama tal por él gozo
que se cree, a lo que parece,
porque Don Juan no envejece,
que yo he de ser siempre mozo:
y hoy el bravo Ducazcal
os anuncia en su cartel
que he de hacer aquí un papel,
que tengo que hacer ya mal.
Yo no soy ya lo que fuí:
y viendo cuán poco soy,
dejo a los que más son hoy
pasar delante de mi;
pues, por Dios,que por más brava
que sea mi condición,
la fiebre rinde al león,
la gota la piedra cava,
Aun latir mis bríos siento:
pero es ya vana porfía,
no puedo ya la voz mía
pedirle otra vez al viento:
y a quién me lo quiere oir
digo años ha por doquier,
que pierdo el sér de mi ser
y que me siento morir.
Pero nadie me hace caso
por más que hablo a voz en grito,
porque este D.Juan maldito
por doquier me sale al paso;
y ni me deja vivir
en el rincón de mi hogar,
ni deja un año pasar
sin dar de mí que decir.
Yo me apoco día a día,
y este bocón andaluz,
a quien yo saqué a la luz
sin saber lo que me hacía,
me viste con su oropel
y a la luz me saca consigo;
por más que a voces le digo
que ir no puedo a par con él.
Más tanto favor os debo
por él, que en verdad me obliga
a que algo esta noche os diga
de este insolente mancebo.
Oíd...es una leyenda
muy difícil de contar,
porque tiene algo a la par
de ridícula y de horrenda:
una historia íntima mía.
Yo era en España querido
y mimado y aplaudido...
y me huí de España un día.
Vivía a ciegas y erré:
y una noche andando a oscuras
tropecé en dos sepulturas
y de Dios desesperé.
Emigré: me dí a la mar;
y esperando en el olvido
una muerte hallar sin ruido,
en América fuí a dar.
No llevando allá negocio
ni esperanza a qué atender,
al tiempo dejé de correr
en la oscuridad y el ocio.
Once años anduve allí
vagando por los desiertos,
contándome con los muertos,
y sin dar razón de mí.
Los indios semisalvajes
me veían con asombro
ir con mi arcabuz al hombro
por tan agrestes parajes;
y yo en saber me gozaba
que nadie que me veía
allí, quién era sabía
el que por allí vagaba;
y esperé que de aquél modo
de mí y de mi poesía
como yo se olvidaría
a la fin el mundo todo.
Mi nombre, pues, con intento
de dejar perder, y en suma
sin papel, tinta, ni pluma,
ni libros ya en mi aposento,
bebía en mi soledad
de mis pesares las heces:
más tenía que ir a veces
del desierto a la ciudad.
Vivo el cuerpo, el alma inerte,
a caballo y solo, iba
como una fantasma viva,
sin buscar ni huir la muerte.
Y hago aquí esta narración
porque sirva lo que digo
a mis hechos de castigo,
y a modo de confesión.
Sobre mí a un anochecer
un nublado se deshizo,
y entre el agua y el granizo
me dejó una hacienda ver.
Eché a escape y me acogí
de la casa entre la gente,
como franca lo consiente
la hospitalidad allí.
Celebrábase una fiesta.
que en aquél país no hay día
que en hacienda o ranchería
no tengan una dispuesta;
y son fiestas extremadas
allí por su mismo exceso,
de las hembras embeleso,
de los hombres emboscadas.
Y a no ser de mi leyenda
 por no cortar la ilación,
hiciera aquí la descripción
de una fiesta en una hacienda,
donde nadie tiene empacho
de usar a gusto de todo;
porque son fiestas a modo
de las bodas de Camacho.
Allí acuden sin convite
buhoneros, comerciantes
y cirqueros ambulantes;
sin que a nadie se le quite
de entrar en corro el derecho,
de gastar de los abastos,
ni de colocar sus trastos
donde quiera que halle trecho.
Jamás se apaga el hogar,
jamás el servicio cesa;
siempre está puesta la mesa
para comer y jugar.
Por salas y corredores
se oye el son a todas horas
de carcajadas sonoras,
de onzas y de tenedores.
Todo es pelea de gallos,
toros, lazos, herraderos,
manganas y coleadores
y carreras de caballos;
y al fin de un día de broma
que nada en Europa iguala,
todo el mundo entra en la sala
y sitio en el baile toma.
Entré e hice lo que todos:
cuando creí que al sueño
 se iban a dar, di yo al dueño
 gracias por sus buenos modos:
mas mi caballo al pedir,
asiéndome por la mano,
me dijo el buen campirano
soltando el trapo a reír:
 "¿Y a quién hay que se le antoje
dejar ahora tal jolgorio'
Vamos, venga usté a la troje
y verá el Don Juan Tenorio."
Y a mi,que lo había escrito,
en la troje me metía;
y allí al paso me salía
mi audaz andaluz precito.
Mas ¡ay de mí, cuál salió!
Lo hacía un indio otomí
en jerga que el diablo urdió;
tal fué mi Don Juan allí,
que ni yo le conocí
ni a conocer me di yo.
Tal es la gloria mortal,
y a quién Dios se la confiere,
si librarse a ella quiere
se la torna Dios en mal.
A mí no me la tornó,
porque por mi buena suerte
del olvido y de la muerte
doquier Don Juan  me salvó.
¡Dios no quisó allá de mi!
 Y de mi patria el olvido
temiendo, como había ido
a mi patria me volví.
¡Feliz malogrado afán!
Al volver de tierra extraña,
me hallé que había en España
vivido por mi Don Juan.
Comprendí en su plenitud
de Dios la suma clemencia:
Don Juan había en mi ausencia
borrado mi ingratitud.
Monstruo sin par de fortuna,
mientras yo de España huía,
en España me ponía
en los cuernos de la luna.
Y ni fuerza ni razón
han podido derribar
tal ídolo del altar
que le ha alzado la opnión.
Pero hablemos con franqueza
hoy  que todo coadyuva
para aquí se me suba
a mí el humo a la cabeza:
Desvergonzado galán,
siempre atropella por todo
y de atajarle no hay modo;
¿ qué tiene, pues, mi Don Juan?
Del fondo de un monasterio
donde le encontré empolvado,
yo le planté remozado
en mitad de un cementerio:
y obra de un chico atrevido
que atusaba apenas bozo,
os parece tan buen mozo
 porque está tan bien vestido.
Pero sus hechos están
en pugna con la razón,
pero tal reputación
 ¿qué tiene, pues, mi Don Juan?
Un secreto con que gana
la prez entre los dos Juanes;
el freno de sus desmanes:
que Doña Inés es cristiana.
Tiene que es de nuestra tierra
el tipo tradicional;
tiene todo el bien y el mal
que el genio español encierra.
Que, hijo de la tradición,
es impío y es creyente,
es balandrón y es valiente,
y tiene buen corazón.
Tiene que es diestro y zurdo,
que no cree en Dios y le invoca,
que lleva el alma en la boca,
y que es lógico y absurdo.
Con defectos tan notorios
vivirá aquí diez mil soles;
pues todos los españoles
nos la echamos de Tenorios
y si en el pueblo le hallé
y en español le escribí
y su autor el pueblo fué...
¿por qué me aplaudís a mi?.

A LA ESTUDIANTINA BURGALESA 
 
Oigo al pie de mi balcón
vuestra gentil serenata.
¡Cuánto es a mi oído grata!
¡Cuán grata a mi corazón!

Pusieron hondos pesares
entre Castilla y yo el mar,
y a Castilla al regresar
me recibís con cantares.

¡Dios os dé tanto placer
como con ellos me dais!
Si un día en España dejáis,
como a mi os haga volver.
 
Temí que mi corazón
se hubiera insensible hecho,
pero palpita en mi pecho
de vuestra música al son.

Y pues le hace ella latir
después de tanto pesar,
tal serenata a pagar
debe el corazón salir.

¡Gracias, pueblo burgalés!
En cambio de la canción
que envías a mi balcón,
los versos echo a tus pies.

No extrañes si en el hogar
do entre lágrimas me hospedo,
tu serenata no puedo
con gayos versos pagar.
 
Págote con éstos, pues;
mas nunca olvides que son,
tan pobres como los ves,
hechos con el corazón.


SOLILOQUIO
 
Y al galope de un caballo
que cogió y montó al azar,
bufando este soliloquio
el Cid de Burgos se va.
-"¡ Tu soberbia me destierra
" por haberte hecho jurar!
" ¿ Crees que fuera de tu tierra
" no hay ya tierra en que pisar?
" ¿ Crees que el mundo se me cierra
"ni que a mí me has de encerrar ?
" ¿ A mi, que he ido en buena guerra
" para ti tierra a ganar?
"¡ Dios de Dios! ¡La ira me abrasa!
"¿Tierra a mí me ha de faltar...
 y hasta al pájaro que pasa
da Dios tierra en que posar,
" y hasta el pez que el agua rasa
" da Dios aire que aspirar?
"¡ Hijosdalgos de mi casa!
" ¡ a caballo y a campear!
¡ "A caballo ! Aun hay de moros
"hartas tierras que ganar,
"con ciudades y tesoros
"que podamos conquistar.
" ¡A caballo ! Aun queda tierra
"en que pueden galopar,
"sobre buen botín de guerra"
"los caballos de Vivar.

"Infanzones de la villa
" donde finca mi solar,
" a Babieca echad la silla,
" de él nos viene el Rey a echar:
" mas sin miedo y sin mancilla
" mi perdón podéis sacar.
" ¡Fuera, fuera de Castilla.
" por el Rey los de Vivar!
" Rey ingrato. ¡Dios te guarde!
" Yo te doy mi fé a mostrar;
" y a mi fe, que cual sol arde,
" sólo Dios puede apagar.
" ¡Quiera Dios que tú más tarde
" de ver no eches, con pesar,
" que eres ruin y eres cobarde
" con Ruy Díaz de Vivar!
" ¡Dios te guarde de mancilla!
"Yo te voy, Rey, a probar
" que no tienes en Castilla
"campeador conmigo par.
" Infanzones en la villa
" de que borra el Rey mi hogar:
"¡ fuera, fuera de Castilla
"por el rey los de Vivar! ".
Y el caballo ya jadeando
y él roja de ira la faz,
dió el Cid en Vivar, ya noche,
con asombro de Vivar.

EL TROVADOR. 
  I
De un elevado castillo
que Arlanza orgulloso baña,
un trovador elegante
en la puente se paraba.
En el rastrillo golpea
con el pomo de una daga,
y en los góticos salones
ronco el eco se propaga.
Un joven doncel, del fuerte
presentóse en la muralla,
y con semblante halagüeño
dijo en alta voz: "¿Quién llama?"
El Trovador que le ha oido
dirigióle aquesta fabla:
-"Si llegado es en buenhora,
un pacífico infanzón
que envía a vuestra señora
don Rodrigo de Aragón".-
Se alzó a este tiempo el rastrillo,
y en el patio tuvo entrada;
un paje tomó el corcel
por las riendas plateädas,
y el gallardo trovador
por los salones se entraba.
II
Confuso ruido se oía
en la sala principal,
y el extranjero
hacía ella se dirigía
en continente marcial
muy altanero.
Hallóla toda ocupada
de galanes y de bellas
en gran festín;
doña Blanca de Moncada
se ve la primera entre ellas
como la rosa mas orgullosa
en un jardín.
El día feliz memora
en que la luz primera vió;
y a su lado
por eso, gentil señora,
tanta dama encantadora,
tanto héroe celebrado
hoy reunió.

  III

Entró do estaba el convite
gentil el recién venido;
hizo gracia
con el morado sombrero,
y atrevido
en denodado ademán
a doña Blanca se fué;
y después de haber pedido
su venia, ante ella galán
quedó en pie.
La dama se la otorgó
y así el trovador habló:

IV
" Don Enrique mi señor,
" el cuarto Enrique es,
" me manda donde me ves,
" a mi, que soy trovador,
" trovador aragonés.
" Diz que es hoy vuestro natal,
" y este monarca del mundo
quiere honrarlo como tal,
" que el cuarto Enrique así val
" como val Juan el segundo.
"Y una trova te ragala
" que trova de amores es
" y ninguna se la iguala;
" por eso vine de gala,
" trovador aragonés.-"
-" Yo a tu señor agradezco,
-doña Blanca respondió-
" de un amor que no merezco
" esta prueba que me dió.
" Y a estas damas placerá
" y galanes que aquí ves
" trova de amores
" que cantará
" trovador aragonés."

V
TROVA
Un dia risueño
prepara la aurora
¡Feliz la señora
del alto Muñón!
¡OH cuántas personas
se ven a su lado!
¡Cuánto señalado
valiente infanzón!
Un buho funesto
que cerca habitaba.
Lejano graznaba.
¡Se le vido huir!
La blanca paloma
ocupa su nido;
su amante gemido
se acaba de oir.
Porque hoy es el día
de Blanca fermosa,
la más bella rosa
que tiene el jardín.

VI
Su dulce voz espiró,
y sus ecos repitieron
las bóvedas de Muñó.
 Y en vano le pidieron
quedase en el castillo.
No pueden los caballeros
ni las damas alcanzallo,
que ha perdido su caballo
y mandó
que le alzaran el rastrillo;
despidióse muy cortés
y dijóles al partir:
" Quedárame hasta mañana
" en este festín de amor,
" y fuera de buena gana;
" más de Enrique mi señor
" otra la voluntad es,
" y yo soy su trovador,
" trovador y aragonés."

Dejadme que embebido y estático respire
las auras de este ameno y espléndido pensil.
Dejadme que perdido bajo su sombra gire;
dejadme entre los brazos del Dauro y del Genil.
Dejadme en esta alfombra mullida de verdura,
cercado de este ambiente de aromas y fresura,
al borde de estas fuentes de tazas de marfil.
Dejadme en este alcázar labrado con encajes,
debajo de este cielo de límpidos celajes,
encima de estas torres ganadas a Boabdil.
 
Dejadme de Granada  en medio del paraíso
do el alma siento henchida de poesía ya:
dejadme hasta que llegue mi término preciso
y un canto digno de ella la entonaré quizá.
Si, quiero en esta tierra mi lápida mortuoria;
¡Granada!... tú el santuario de la española gloria:
tu sierra es blanca tienda que el pabellón te da,
tus muros son el cerco de un gran jarrón de flores,
tu vega un chal morisco bordado de colores,
tus torres son palmeras en que prendido está.

¡Salve, oh ciudad en donde el alba nace
y donde el sol poniente se reclina:
donde la niebla en perlas se deshace
y las perlas en plata cristalina:
donde la gloria entre laureles yace
y cuya inmensa antorcha te ilumina;
santuario del honor, de la fe escudo,
sacrosanta ciudad, yo te saludo!
 

l
- EN LA FRONTERA
-¿ Estamos ya en la frontera ?
-El tiro de este relevo
es ya español.-¡Pues afuera!
-¿Qué va usté a hacer ? -La primera
canción que a mi patria debo.
¡España !...¡te vuelvo a ver!
Dios tan lejos me hizo ir,
que temí nunca volver.
Si hoy no me mata el placer
no debo nunca morir.
¡Dame tu tierra a besar;
y puesto en ella de hinojos,
déjame dejar de brotar
las lágrimas de mis ojos
y a Dios un momento orar!
 
Deja que a pleno pulmón
aspire voraz tu ambiente,
aunque en tal aspiración
dilatádose reviente
de placer mi corazón
¡España del alma mia!
Sin orar a Dios por ti
No he pasado un solo día:
¿ quién sabe si todavía
te acordarás tú de mí?

Dios me llevó mis pesares
a llorar a tierra extraña;
ya a través  de tierra y mares
mis lágrimas traigo a España
convertidas en cantares.
 
  España de mis amores,
si aun mis cantares ansías,
no quiero que por mi llores:
para ti tornaré en flores
todas las lágrimas mías.

¡Dios de España, a quien jamás
olvidé por donde fui,
aquí es en donde tú estás:
aquí es en donde te das
a ver y adorar de mí!

¡Dios, que sabes con qué fe
diez años hora por hora
la de mi vuelta esperé,
no me abandones ahora
que pongo en España el pie!
  
  II
¡AL COCHE!
¡Bien haya quien grito tal
me da en español de nuevo!
Ten mi bolsa, mayoral:
yo en mi patria sólo llevo
mis versos por capital.
 
III
EN ESPAÑA

¡Patria ... de placer venero!
Ya tu aura mi faz orea;
ya mi oído el son recrea
de tu lengua nacional.
Yo no soy aquí extranjero:
si no conocen ya al hombre,
aun fío Dios que mi nombre
no suene al oído mal.

¡Patria!...no sé si en mi ausencia
la calumnia me ha mordido:
yo vuelvo como he partido,
hijo leal para ti.
Maestro en la gaya ciencia,
de los pueblos asombro,
solo, y el laúd al hombro,
tu gloria a cantar me fuí.
 
Siempre en plazas y en palacios,
en teatros y salones,
mis primeras impresiones
me acusaron de español;
cual poeta y hombre, a espacios
en mi vida hay malo y bueno:
español, puedo sereno
enseñar mi faz al sol.
 
Si te dicen que amor tengo
a un pueblo antes tu enemigo,
no lo fué para conmigo
y yo le debo lealtad.
De tu sangre hidalga vengo;
no he de ser jamás ingrato
con quien fiel me dió buen trato
y franca hospitalidad.

Si te dicen que dependo
de extranjero soberano,
 me tendió leal su mano,
me trató de igual a igual.
Yo me doy y no me vendo:
él lo sabe y él lo estima;
de fe en prenda, llevo encima
coronada su inicial.
 
Yo he nacido castellano;
mas doquiera que me he visto,
soy cristiano, y como Cristo
prediqué fraternidad.
Todo hombre nace mi hermano;
do llevo mi gaya ciencia,
la fe llevo en la conciencia
y en la lengua la verdad.

Fénix que anunció mi muerte,
vengo en mis patrios hogares
de mis últimos cantares
el son postrero a exhalar;
vengo en un esfuerzo fuerte
de mis postrimeros bríos,
a saludar a los míos,
a hacerme otra vez a la mar.
 
A mi, a través de las olas,
llegó el cántico vibrante
de una pléyade brillante
de nuevos poetas mil.
De las letras españolas
aun mi alma el amor abriga...

Ven a que yo te bendiga
¡oh, pléyade juvenil!

¡Con cuán íntima delicia
gozaba oyendo tu cántico,
cuando a través del Atlántico
lograba hasta a mi llegar!
Ven, ven a mi, que es justicia
que los vates castellanos
den un apretón de manos
al que tuvo aquí su hogar.
 
Que yo os conozca; cercadme:
yo soy leal; yo soy un viejo
que sin pesadumbnre dejo
mi puesto a la juventud.
Mas al llegar, toleradme,
mi viejo laúd que empuñe,
y un mal cantar os rasguñe
en mi ya ronco laúd.

Trémula traigo la mano
y cana la cabellera:
mas aun traigo la alma entera
y brio en el corazón,
y aun puedo, buen castellano,
lanzar con mi último aliento
un ¡bravo! a vuestro talento
y un ¡viva! a nuestra nación.



A NARCISO SERRA 
l
Es el signo fatal del que algo vale;
quien de las medianías sobresale,
el genio egregio, mientras vive, lidia
con los ruines mosquitos de la envidia,
con todo el que de vulgo nunca sale:
no hay quien no le rebaje o se le iguale,
y aun todo el que no es algo, por desidia,
en vez  de trabajar, crecer, seguirle
y alcanzarle, se goza en zaherirle,
del mundo por la tumba hasta que sale.
Entonces elegías, epitafios,
de luto nacional muestras ruidosas,
lápidas, monumentos, cenotafios,
estatuas coronadas de oro y rosas:
 todo lo que ya es inútil al difunto
y a su nación de vanagloria asunto.
¿Por qué no confesarlo, aunque nos pese?
Esa es la sociedad, el mundo es ese.
 
II
Así Serra vivió, y en su tristeza,
viéndole agonizar le abandonamos:
no por ruindad, ni envidia, ni vileza;
por esta dejadez y esta torpeza
que con la leche del país mamamos;
porque éste es el país de la nobleza.
Somos raza entusiasta y generosa,
mas vence al entusiasmo la pereza;
no estalla, si a estallar no se le acosa;
nuestro alegre país no se apercibe
de que se  muere nadie mientras vive:
y mientras vive el genio, nadie inquiere
si vive bien, o si viviendo muere.

III

Serra vivió de nuestra tierra al uso:
yo, su memoria al bendecir, me acuso
de no haberme atrevido en esta vida
 a sondar la alma grande que Dios puso
en una carne por el mal roída:
yo no le conocí; yo en tierra extraña
le admiré y le aplaudí lejos de España.
Su polvo al conducir al cementerio,
no le puede decir lo que hoy le digo,
por no turbar la calma y el misterio
del sagrado lugar que le da abrigo,
y por no aparentar que me exhibía
otra vez en lugar del que moría.

IV

Duerme en la tumba en paz, Serra festivo:
Dios todo lo equilibra y lo compensa:
el mundo olvida a quien inciensa vivo:
¡feliz aquel a quien difunto inciensa!
Prueba evidente de que en vida vale
el que, de ella la salir, al mundo sale.
Ardió del genio creador la llama
viva en ti: de tu espíritu el imperio,
unida a aquél con deleznable trama,
dominó hasta su fin la materia;
nutrida en larga enfermedad tu fama,
volará de hemsiferio en hemisferio,
pue hoy por genio tu país te aclama.
Pero por genio al aceptarte en serio,
te abandonamos ¡ay!, viva laceria,
a vivir en la sombra y la miseria,
para llevarte en triunfo al cementerio.
Tal fin en existencias semejantes
de tiempo inmemorial nadie aquí extraña:
así mueren los genios en España;
así murió Colón, así Cervantes.
¿Por qué? Sin duda porque Dios lo quiere:
nadie es grande en España hasta que muere.

V
Poeta,¡duerma en paz tu polvo inerte!
Aunque tu patria te esquivó, te amaba;
podrías, si te alzaras, convercerte:
tu gloria empieza do tu vida acaba.
Yo en tierra extraña, con la nuestra en guerra,
te admiré y te aplaudí sin conocerte;
y hoy, más viejo que tú, me cabe en suerte
llorar sobre la tumba que te encierra.
Duerme en paz, y a mirar no te levantes
qué estela dejas tras de ti en tu tierra:
fueron tu vida y muerte las de Serra,
pero es tu porvenir el de Cervantes.


EN EL ALBUM DE MI HIJA

Por cima de la montaña
que nos sirve de frontera,
te envía un alma sincera
un beso y una canción;
tómalos; que desde España
han de ir a dar, vida mía,
en tu alma mi poesía,
mi beso en tu corazón.
Tu padre, tras la montaña
que para ambos no es frontera,
lleva la amistad sincera
del autor de esta canción.
Recibe, pues, desde España
beso y cantar, vida mía,
en tu alma la poesía
y el beso en el corazón.
Si un día de esa montaña
paso o pasas la frontera,
verás en el alma sincera
de quien te hace esta canción,
que la hidalguía de España
es quien sabe, vida mía,
dar al alma poesía
y besos al corazón.
 
  EN EL ALBUM
DE S. A. LA INFANTA DOÑA ISABEL
En vuestro álbum escribir
me ordena Vos un sér
de quién me ordenó vivir
Dios cautivo hasta morir
por amor y por deber.
Mas dignaos advertir
que para haceros servir
no era tanto menester,
pues me honrais Vos con querer
lo que a mi me honra cumplir.
 
Su sola presentación
por sólo ser de quién es,
da a este álbum pasa y razón;
y pues prez da y galardón
él donde va, venga pues;
yo sé que mi obligación
es poner mi corazón
y mi pluma a vuestros pies;
y lo están... sin interés,
sin plazo y sin condición.

Más de este álbum ¡ay de mi!
Hay que miniar el papel
con una gota turquí
de la sangre de una hurí
recogida en un clavel,
y tomando por pincel
el pico de un colibrí,
que no iba más que miel;
en vuestro álbum, Isabel,
no se escribe más que así.
Quisiera así escribir yo:
pero así, ¿cómo y con qué?
La que por Vos me le dió
en mis manos le dejó
me dijo "escribe " y se fue¨.
Le he de escribir,¿cómo no?
Mas, señora, os juro a fe,
que desde que a mi llegó
no sé lo que me pasó
que lo que es de mi no sé.
Le miro y vuelvo a mirar,
le hojeó y vuelvo a hojear;
una hoja de la otra en pos
me detengo a contemplar;
una busco en que firmar
y se me pasa entre dos.
¡Ay! Vuestro álbum es el mar
en donde me arroja Dios
mi pensamiento a buscar...
 y yo no hablo más que a Vos.
Busco una idea a través
 del ondulaje en que van
y vienen, como una mies
sobre quien los vientos dan,
las mias; pero mi afán
perdido e inútil es:
mis pensamientos están
todos con Vos.¿Qué trae, pues,
vuestro álbum? ¿Es talismán
que os echa almas a los pies?
De vuestra cámara real
trae el perfume sutil:
vuestros labios de coral
con vuestro aliento vital
le han dado nardos de abril
el olor primaveral,
y en su canto marginal
de vuestra mano gentil
se adivina la señal
de los dedos de marfil.
Eso trae, y eso al traer,
trae de mi alma al interior
de la esperanza el albor,
la luz al amanecer,
la prez de vuestro favor,
al vapor de vuestro sér,
no como de una mujer
sino como el de una flor:
la flor que planta el deber
y que cultiva el honor.
Trae además para mí
vuestro álbum más alta prez
que ambiciona la altivez
de mi ingenio baladí:
jamás fué par el neblí
con el águila; y buen juez
de mí mismo, si esta vez
hasta estas hojas subí,
mirad que me alzó hasta aqui
vuestra regia esplendidez.
Aqui os voy, pues, a poner
un cantar, no por llenar
un deber, no; por saber
que, el álbum al registrar,
por mis versos vais, al leer,
vuestros ojos a pasar;
y si logro yo el placer
de que os logren agradar,
¡qué honrados se van a ver
los versos de mi cantar!
Más ¿por qué anheláis señora,
tener aquí un vil montón
de versos míos, ahora
que mi vieja musa llora,
y a la puerta del panteón,
la vejez me desvigora,
del mundo me desamora,
me amilana el corazón
y tiene a mi guzla mora
descordada en un rincón?
¿Cómo ya hasta Vuestra Alteza
elevar podrá un cantar
un viejo, de quien ya empieza
a desvariar la cabeza
y la lengua a balbucear,
y que vacila y tropieza
al escribir y al andar?
Imposible: mi torpeza
de este papel la limpieza
no se atreve a emborronar.
Vuestra Alteza me perdone:
para mí es sólo el sonrojo
de no poder vuestro antojo
cumplir, mas la edad me abone.
Llegar a viejo supone
cambiar de ser; no es mancilla;
mas dejar de ser, humilla;
y pues lo que fué ya no es,
sólo pone a vuestros pies
lo que fué  JOSÉ ZORRILLA